Os parecerá raro este título, pero es que realmente en esta entrada lo que hago es loar a estas tijeras: de hierro pavonado, antiguas, pequeñas y coquetas.
Pertenecían a un hermano de mi abuela. Cuando yo era pequeñita mi madre me cortaba las uñas con ellas y a fuerza de decir lo buenas que eran: las heredó.
Pasó el tiempo y cuando tuve a mis hijas, mi madre también las usó para cortarle las uñas a ellas y tras decirle una y otra vez que se trajera las tijeras cuando venía a mi casa, me las pasó a mí como única heredera.
Yo las uso mucho, e incluso a mis nietos le han cortado también las uñas con ellas. En mis viajes es lo primero que echo en la bolsa de aseo, pero en uno de los últimos viajes que hice, desaparecieron y me llevé un disgusto tremendo.
Removí todo y no aparecieron, sólo encontré su contera de cuero y que está estropeada y vieja, como es natural.
Lo que no es tan natural es que unas tijeras que nunca se afilaron, tuvieran ese corte tan perfecto.
¡Cuánto lamenté su pérdida!
Pero acaban de aparecer al hacer la maleta para Fuenlli, estaban metidas en uno de sus bolsillos, no veáis lo contenta que me he puesto, parecía que el hijo pródigo había vuelto a casa, por supuesto que lo he comunicado a los más allegados y todos han dicho las mismas palabras "sabía que no se habían perdido y que aparecerían en cualquier momento"
Por supuesto han sido las primeras en ocupar su lugar a la hora de preparar el petate para las vacaciones.
Desde aquí le doy las gracias a mis tijeras por seguir acompañándome, sin ellas mi aseo personal no sería el mismo.
Ahora se me plantea un problema: ¿a quién de mis dos hijas se las dejo en herencia? todos sabemos los problemas familiares que se plantean por las herencias y no quisiera que esto suceda, así es que le dejaré la propiedad a mis nietos, para que sigan rulando de generación en generación y el usufructo a su madre y a su tita.
¿Qué os parece? creo que es una decisión salomónica.