Nos dirige Molí y si queréis saber nuestras curiosidades clicar aquí
La Srta. Carmen soltera de toda la vida y a quien no se le conocía relación con varón alguno, llevaba en cuenta todas y cada una de las cosas que pasaban en el pueblo y no le importaba perder horas de su sueño, por fisgonear a que hora y con quien llegaba la nieta de Dª Manolita, que había venido a pasar el verano con la abuela, antes de marcharse al extranjero a estudiar.
Fue un soplo de aire fresco, ella que presentía un verano aburrido abanicándose tras las persianas del piso bajo, vio con alegría que por lo menos el mes de julio estaría entretenida con las idas y venidas de la muchacha que justamente vivía frente por frente a su casa.
Durante la mañana Carmela, como la llamaban los más allegados, salía a hacer sus comprillas y después de comer, despedía a la asistenta y se colocaba en su puesto de vigía a esperar que la jovencita regresara de la piscina del pueblo, siempre acompañada de los chavalotes de su edad que estaban tan contentos con la novedad como la Srta. Carmen.
Los días transcurrían sin más pena ni más gloria que ver los modelos que la joven lucía y que parecían más de ropa interior que ropa para salir a la calle , aunque fuera para ir y venir a la piscina. Tras este álgido momento , dormía una pequeña siesta, interrumpida por los gritos que oía en otras televisiones que eran de cotilleos y no dejaban títere con cabeza. La Srta Carmen no comprendía porque todo el mundo hablaba de ellos, no comprendía el interés que podrían tener en una gente que ni si quiera conocían personalmente, ella sin embargo ponía todo su empeño en conocer a sus vecinos no tenía ninguna maldad en ello, porque no comentaba nada con nadie de aquellas cosas que conocía gracias a su afán de curiosear, ni si quiera en su confesión semanal y a pesar de que D. Sebastián, el cura del pueblo, la sonsacaba, no decía palabra, tal era así que el cura le dijo que hiciera por enterarse qué relación se había iniciado entre su sobrino y la joven advenediza. Ella tras negarse una y otra vez , le hizo caso al cura y empezó a tomarse como una obra apostólica el encargo sacerdotal estando pendiente de las despedidas nocturnas de los dos jóvenes, a eso de las doce. Eran tan tórridas que la Srta. Carmen sentía tal revuelo en todo su cuerpo, que se ponía malísima, se bañaba en sudor, le subía la tensión y las palpitaciones se le desbocaban, incluso sin saber cómo ni porqué, se hacía los mismos tocamientos que el sobrino del cura le hacía a la nieta de D Manolita. A continuación sentía una paz y una serenidad que nunca había sentido.
Dejó de ir a confesarse los sábados, los domingos seguía yendo a misa pero no se acercaba a comulgar y D. Sebastián, preocupado la llamó a la sacristía para que le contará qué había averiguado.
- Mire usted, D Sebastián, el muchacho va en serio con ella, porque quiere su paz y su serenidad.
- ¿Y tú cómo lo sabes Carmela?
- Porque le toca los pechos y se los besa, y también el vientre, así....
- Bueno Carmela, no hace falta que seas tan descriptiva y pásate por el confesionario que te hace falta, ya voy para allá.