Esta idea se le ha ocurrido a MARI Tendremos que hacer un relato, con el nombre de uno de los vinos que aparecen en las etiquetas con las que ella ha formado este cuadro
Nuestras historias las podréis leer en su blog.
Me llaman COTA y soy la quinta hija de una familia de abolengo dedicada desde tiempo inmemorial a la crianza y envasado de vinos. Nuestra vida y nuestras vides están tan unidos que se puede decir que son una misma cosa.
Mi padre siguió la tradición familiar de crear un vino cada vez que venía un vástago al mundo, así se maridaban a los hijos con los vinos, ambos llevaban el mismo nombre que les imprimía el carácter que mi padre quería que ambos tuvieran.
Con los vinos lo conseguía, pero con los hijos no tanto.
Si seguís leyendo veréis como llevo razón.
El primer fruto del matrimonio de mis padres fue una niña, en contra de lo que , sobre todo mi padre, hubiera querido: tener un primogénito para seguir la tradición, pero se dio cuenta que conseguir un vino era más fácil que tener un varón.
Pero siguiendo la tradición del maridaje entre hijos y vinos, a la primera hija la llamó:
LA PODEROSA
PODE, para familiares y amigos
Su vino sería un manzanilla, de color muy pálido (como su piel), generoso, seco y por supuesto tendría denominación de origen.
Mi hermana Pode, era seca como su manzanilla y poco generosa, no le gustaba el vino y además no servía para el negocio.
Para mi padre era acuciante tener un varón, pero llegó otra niña:
TENSIÓN
SION, para familiares y amigos.
El vino que llevaría este nombre sería un agridulce especial para aliñar ensaladas, adobos, vinagretas, carnes de caza.
Era un vino que representaba la tensión que reinaba por aquellos tiempos en mi familia, según contaba mi madre, y pienso que esa era la causa del carácter avinagrado que heredó la pobre Sion.
En el tercer intento de buscar al varón, apareció otra niña:
LA FRIDA
LAFRIDA, escrito todo junto, para familiares y amigos.
Mi padre eligió para ella un vino tinto, potente, con gran personalidad, que dejara huella al saborearlo. Pensó que mi hermana compartiría las cualidades de la mejicana y de su tinto.
No se equivocó pero ella no quería saber nada de vinos ni bodegas, su forma de ser la puso al servicio del tercer mundo y hoy está de misionera por esos mundos de Dios.
Urgía tener un varón que llevara el negocio.
En su mentalidad no cabía que una mujer estuviera al frente de una bodega, porque a la vista estaba que no servían para ello.
Por fin llegó el chavalote deseado:
BRAVÍO
BRAVÍO sin diminutivos, su nombre era BRAVÍO, tal cual.
Su cosecha fue de un tinto suave para acompañar a las carnes de ternera, cordero y aves.
Mi hermano era tan suave como el vino que le dedicó mi padre, de bravío sólo tenía el nombre.
Y llegué yo:
MASCOTA
COTA para familiares y amigos, como os dije al principio.
Mi padre decía que yo era su mascota porque fui la última en llegar, era una niña juguetona, risueña, cariñosa y decidió dedicarme un vino espumoso, afrutado, festivo, burbujeante y con glamour.
Hoy día es el más famoso de nuestra bodega.