Me trae evocaciones de mi adolescencia.
Las vacaciones empezaban al son que marcaban los Niños de San Ildefonso.
Era el primer día sin clase y nos trasladábamos a pasarlas a casa de mi abuela.
Me veo bajando bártulos por las escaleras de la casa de Vázquez Aroca, teniendo como única música de fondo el soniquete de los números premiados y la cantidad que le correspondía a cada uno de ellos:
-...........pesetasssssssssssssss
A lo que mi hermano, irremisiblemente, contestaba:
-A hacer puñetas.
Una vez en el coche lo mandaban callar, porque mis padres tenían que oir cuando saliera el gordo, en qué número había tocado y en qué lugar había caido.
Yo, ensimismada en mis pensamientos, hacía cábalas de la gente de la pandilla que ya habría llegado al pueblo porque todos estudiabamos fuera.
De pronto volvía a la realidad al oir el distinto tono con el que se cantaba el primer premio.
-¡¡¡¡Ha salido el Gordo!!!!!. ¡Què temprano! El año pasado salió más tarde.
-Otra vez que no nos ha tocado nada.
-Mañana miraremos el periódico, por si, acaso, nos devuelven el dinero.
Todos los años se repetía el mismo diálogo.
La conversación acababa al contar mi padre la anécdota de... "a Dios querer...", que más o menos relataba la historia de una viejecilla que todos los años preguntaba a la lotera el número premiado, hasta que la lotera cansada de oirla le dijo:
-Abuela...¿pero usted juega?
A lo que la abuela contestó:
- Yo no juego, pero a Dios querer....
Alguien la oyó, le regaló el mismo décimo que él jugaba, y...¡ tocó el premio gordo en ese número!
Yo tampoco juego, como la viejecilla, pero a Dios querer....lo mismo me toca.
Si mañana no me encontráis aquí, ya sabéis... es que Dios quiso.
qué bonitas son las historias que evocan el pasado...
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