A LOLA

A primeros de mes había cumplido 91 años.
Tenía una mano especial para las macetas, las regaba con mimo y cuidaba de que no hubiera ni una hoja por los suelos del jardín.
Hacía un gazpacho como yo nunca he probado otro.
Era experta en las cosas sencillas, en las del día a día, que son tan difíciles.
Ultimamente sus conversaciones giraban en torno a sus años jóvenes, en un pueblecito de la sierra, con su marido y su única hija. Los ojos se le llenaban de añoranza al recordar los bailes en las fiestas, los aliños de la matanza, las romerías en burro, las risas, la vida:
-Aquellos eran otros tiempos, entonces sí que se disfrutaba.
Ayer se fue de la misma manera que vivió, despacito...  poquito a poquito... sin hacer ruido... como pidiedo disculpas por las molestias que podía causar con su marcha
Seguramente tendrá designado un lugar lleno de flores en el que se entretendrá  cuidándolas,  sin que le pese el alma.
Desde allí, con ojo avizor, estará atenta a todo lo que necesite su hija, para seguir ayudándole como siempre ha hecho.
¡No lo dudes, Loli!