QUIERO TENER TIEMPO PARA PERDERLO

 

 Nos han educado bajo el axioma de que perder el tiempo  es  un crimen. Pero… ¿no es peor que perder el tiempo, vivir a golpe de reloj?

Despertador para levantarnos, cronómetro para que no se derrame la leche en el microondas, temporizador en la zona de aparcamiento, campanadas en el reloj de la torre, sirena de entrada y de salida, telediario a las tres en punto para marcar la inflexión entre mañana y tarde…¡vuelta a empezar!...cada hora para una cosa y cada cosa a su hora.

 Es un perfecto engranaje que ha montado la sociedad para que no te puedas salir de él porque acabarías engullido por los tiempos de  los demás.

Cuando llega la noche, me siento en el sillón y  tiro el reloj.

Mi cuerpo necesita  acostarse,  pero mi mente lucha por ganarle unos minutos al día para tener conciencia de que está viva.

¡Por fin estoy a salvo, tranquila…! Miro sin mirar, oigo sin oír, siento sin sentir, me relajo…

Desde un ángulo de la habitación, la tele sigue adelantando las horas y los días de las futuras programaciones como si fuesen látigos que fustigan tu voluntad, pero… a estas alturas la saturación cronológica ha llegado al límite.

Se disparan los relex  y mi imaginación salta libre de ataduras, vaga haciendo mil piruetas en el único espacio que es mío y no comparto con nadie: la noche.

Con pereza inicio el movimiento de buscar el mando a distancia. Por fin lo encuentro.  Lo apago.

Le doy cancha a la oscuridad y al silencio. A mi alrededor la leve claridad que entra por la ventana y algún que otro ruido  de los coches que vuelven a "deshora" de algún lugar.

Yo…sin prisas, en un estado de somnolencia, me amurallo en mi soledad y repaso todo cuanto ha dado de sí el día.

¿Merece la pena…?

No perdemos el tiempo pero, sin darnos cuenta,  estamos perdiendo algo más importante: LA VIDA.