JUEVEANDO EN EL ÁRBOL DEL AHORCADO

Es la propuesta de Luis Bernardo que nos ha citado bajo "el Árbol del Ahorcado" y aquí estoy.

Cuando sonó el despertador, se levantó de un salto a pesar de la trasnochada con sus amigos en torno a la chimenea.
Se asomó a la ventana, el cielo estaba despejado y frío como correspondía a unos últimos días de diciembre en los que la falta de lluvia no había suavizado las temperaturas.
Con una sonrisa burlona eligió la ropa que se pondría: botas camperas, tejanos, una pelliza hasta las rodillas, embozada por un gorro con orejeras de bufanda incorporada. Metió en un bolso de bandolera unos metros de soga, papel y lápiz.
Salió de la casa, atravesó el patio de forma decidida: un mar de olivos tapizaba el paisaje, los mismos que la habían visto crecer y corretear entre sus retorcidos troncos. Anduvo entre ellos  pisando la escarcha que alfombraba su paso y mientras se recreaba contemplando sus propias huellas, se dirigía a un  otero de encinas, lugar elegido para las juergas camperas que ella y sus amigos celebraban en el cortijo.
Allí se reunirían para planear el día.
Se dirigió a la encina más corpulenta, eligió una de las ramas que le permitiera estar cómodamente  apoyada y con la soga al cuello simulando su ahorcamiento, no se valdría de muñecos, no, sería ella la que estaría con la soga al cuello cuando aparecieran los demás en la pequeña dehesa.
Cogió el papel, escribió algo en él. y se dispuso a colocar la soga por corbata atándola previamente a la rama, para comprobar que podría aguantar hasta que llegaran los demás.
Su inocentada sería la mejor, la más real.
Regodeándose en un éxito anticipado, su torpeza pija para encaramarse al árbol la hizo resbalar.
Cuando llegaron los amigos encontraron su cuerpo colgado y debajo, al pié de la encina, un cartel:

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