LA CEREMONIA DEL ADIÓS (I)

no la de Simone de Beauvoir, sino la mía con el mar, que está llena de rituales, pero este año la empecé de una forma distinta al leer ayer la entrada del  amigo Juan, al que le pido mil perdones por tomar como punto de partida su "Mar de invierno", sin pedirle permiso. Espero que no se enfade demasiado,  pero me gustó tanto que era un buen inicio para empezar a decirle adiós a este mar compañero inseparable de estos meses y aproveché  el momento de estar sola, al decir sola es sola, en cien metros de playa 

ante un mar precioso y totalmente en calma

con una transparecia que ni el más puro cristal  la pudiera sobrepasar

para leer una y otra vez el poema de Juan haciéndolo mío y por últmo se lo leí al mar en voz alta, rogándole que le conceda a nuestro amigo los deseos que pide:

 "Brisa de verano que calienta", "arroparse con las caricias de sus olas", "llenarse de esa Luna que ilumina la noche con tibieza  y acostumbra a clarear oscuridades".

(Primer pleniliunio de Octubre, por fin lo conseguí)

Estoy segura que entre la mar y la luna le concederán todo lo demás que pide y que yo no me he atrevido a desglosar para no quitarle belleza a su escritura. 

Se lo he suplicado cuando estaba acunándome en sus aguas, hoy  especialmente silenciosas, placenteras, tanquilas y dadivosas. 

¡Buen puente y cuidadín con la carreteras y las despedidas!