JUEVEANDO CON LA VEJEZ

Dorotea nos dirige y nos pone como tema la vejez vista ahora, en el momento presente y en el futuro de los que hoy son jóvenes. Nos deja como motivación un poema de Carmen Conde

DISTANCIA

No te me acerques, que ya no soy yo.

Búscame en los libros y quizá te encuentres

con una mujer que sí supo amar.

Amar a los seres, amar a las cosas

y sufrir por todos. Ésta no soy yo

aunque voy debajo de la que haya sido

y, a veces, tan locas, juntamos las dos

unas manos frescas con otras marchitas

y cantamos ebrias de lo que se fue.

Quédate más lejos, no quiero abrasarte

con el fuego antiguo que perdura oculto.

Mírame despacio, procura encontrarme

como la que fui que no es la de hoy.

Sé que es imposible; has llegado tarde

e intentas o crees hacerme dichosa.

Si ello se lograra, ¿sabes qué hallarías?

Fuerte vida intacta que no consumí.

DISQUISICIONES CONMIGO MISMA

De esta maravillosa poesía me apoyo en su último verso:

"Fuerte vida intacta que no consumí"

 Me siento contenta en la edad que tengo, no sé si cuando cumpla más años, si los cumplo, podré decir lo mismo, pero hoy por hoy, si las tropecientas mil mujeres que habitan en  mí se encontraran, jamás  dirían que aún queda en mí, "vida intacta".  Toda la consumí y vivo al día, no guardo nada para mañana, para no tener que arrepentirme de haber dicho esa tremenda frase de... "y si hubiera..." 

Creo que la mayor satisfacción que uno puede tener llegado el momento de entregar los trastes, es  haber vivido plenamente la vida, porque se nos ha dado para eso, para que la vivamos, sin perder de vista que cada etapa tiene una forma diferente para ser vivida que va de acuerdo con la personalidad de cada cual sin expectativas, pero arriesgando en el pacto que haces contigo misma  para conseguir lo que deseas siempre al ritmo que te marcan los años.

 ¿Quién ha dicho que en la vejez no se puede amar, que no existen ilusiones, ni orgasmos, ni capacidad para soñar?

La vejez no es una enfermedad, es una etapa positiva, porque si no llegas a ella  es porque te has quedado por el camino y eso  es lo peor que te puede pasar.

Es verdad que de la vejez que vivió mi abuela, a la mía y a la que vivirán mis nietos existe un abismo y no por el número de años que han pasado, sino por lo que ha variado la forma de vida.

Los abuelos de antes era difícil que se movieran de su entorno  aquel en  que nacieron y  era el mismo  en el que vivían los hijos, los nietos, la familia, los amigos, los vecinos... nunca se encontraban solos aún estándolo porque no sentían la soledad y si enfermaban, no les faltaba nunca una tácita de caldo, ni una palabra amiga. 

Ahora la gente ha salido de los pueblos y busca trabajo en la ciudad, incluso fuera de su país y  aparecen "los abuelos golondrina" que van por temporadas a casa de cada uno de sus hijos para no ser gravosos, lo que supone un desarraigo que influye en su estabilidad emocional y resiente  una salud generalmente maltrecha por la edad. 

Y  la vejez del futuro, la de mis nietos, sólo me aventuro a decir que será peor que la actual porque es una generación que se han criado más independientes, han salido fuera de la familia y sus raíces son menos profundas y arraigadas que las nuestras, al igual que las nuestras estaban más al socaire que la de nuestros abuelos.

Antes ni se pensaba llevar al abuelo al asilo, y ahora por razones de trabajo,  de espacio en el domicilio familiar o por enfermedades que en las casas no se pueden tratar, los mayores acaban en las Residencias, que es sólo el término eufemista del antiguo asilo que recogía a personas que no tenían a nadie.

La economía y la estética son pilares importantes para la sociedad actual y está claro que la vejez no genera riqueza y estéticamente afea el entorno.

 Cuando la generación de mis nietos llegue a la viejez, quizás se actúe más sibilinamente, creando un virus para hacer una criba mundial, que no quiero ni pensar que se haya podido empezar a pergeñar con esta pandemia que vivimos.