AYER FUI AL MÉDICO

 no os podéis imaginar cómo estaba el buen señor: con su bata blanca, blanquísima, sus dientes haciendo juego con la bata, ese pelo canoso potenciando su tez morena... Pensé: 
-¡Vaya!, va a tener algo bueno lo de mi pata mala.
Mientras miraba la radiografía, preguntó:
- ¿Cómo fue la rotura?

 Momento que aprovecho yo, para enrollarme:
- Pues mira me gustaría decirte que me la hice durante una ruta a caballo por las playas gaditanas.

o que me resbalé en la cubierta de un velero navegando en alta mar,

o que di un mal paso bailando con un señor impresionante,

o simplemente que me caí de la cama en una noche intensa de amor.

Pero la cruda realidad es que andando por la calle, al esquivar una señal de tráfico con la que me iba a dar en la cabeza, giré el cuerpo de cintura para arriba sin acordarme que estaba montada en mis "sandalias-andamio".

 Él me escuchaba  sin parpadear, con la sonrisa en la cara, mientras yo me hacía ilusiones de que me quitaría la férula y me tocaría ¡el pié! (no seáis mal pensad@s), me mandaría nueva radiografía y quizás me escayolara. Pero... ¡que va! se limitó  a decirme que hasta el día diez, que de nuevo tengo que ir a consulta, me reforzaran la férula porque la rotura está en el quinto metatarsiano y se complicaría la cosa si apoyaba el pié durante estos días.
Se despidió muy amablemente, incluso él mismo empujó la silla de ruedas hasta la enfermería  y sin dejar de sonreir me dijo:
- Y no te preocupes las caídas glamourosas son más complicadas que la que te has hecho tú.  Ha sido un placer conocerte, te invitaría a un café, si no fuera porque hay gente esperando.
A lo que yo contesté, haciéndome la interesante:
- Gacias, soy más de té  que de café y además tengo que estar inmovilizada, ya sabes...
Ahora toca esperar hasta el día diez.