Está semana nos dirige Nuria que nos propone una seri de objetos antiguos para elegir uno de ellos sobre el que escribir nuestro relato.
Los resultados los podéis leer en su blog BITACORA LITERARIA
El objeto elegido por mí, ha sido este
- Hay que moler el café - decía mi madre - en la sobremesa de la cena.
Mi padre, gran tetero y cafetero , siempre decía:
- El café recién molido sabe mejor, mañana antes de desayunar, se molerá.
- Ya sé a quién le tocará moler el café, -respondía mi madre- convencidísima de sus palabras.
A lo que mi padre, intérprete genial de ellas, contestaba:
- Los niños o yo podemos hacerlo.
A la mañana siguiente, aunque tocaran los despertadores, nadie salía de su habitación hasta que el aroma del café molido y recién hecho, esparcía su olor por toda la casa, como decía una publicidad radiofónica de la época: "....... el aroma de mi hogar".
La mesa estaba puesta y nos sentábamos a desayunar ese café humeante y esas tostadas de pan de pueblo, (no había tanta diversidad como ahora), con aceite y nuestro café con leche, todo el mundo igual. Eso de elegir cómo se prefería el café quedaba para los bares. en la casa era un tazón de café con leche. Los tazones eran como para lavarse los pies en ellos, yo ahora no podría tomármelo.
Mi padre después de comer, solía tomar el café en la calle, pero había días que se lo hacía en casa y lo primero era coger el molinillo y moler café. Con la perspectiva del tiempo, creo que lo hacía para evitar la conversación tras la cena, sobre quien haría la molienda de café al día siguiente. Ya se ocupaba él, de dejar el cajón del molinillo hasta los topes
A pesar de eso, había veces que se producía la discusión entre mi hermano y yo del "te toca a ti que la última vez lo hice yo".
No es que fuera un trabajo de galeras, pero la verdad es que darle al manubrio una vuelta y otra, hasta dejar el café supermegahiper molido, llevaba su tiempo además de doler la muñeca y lo más importante tener que escuchar el crepitar de los granos de café pasando bajo las hélices del molinillo y saltando unos sobre otros para evitar ser triturados, parecía que chillaban, sobre todo al exhalar su último suspiro con el que regalaban el perfume tan penetrante de su esencia.
Pienso ahora, al escribir, que quizás fuera esto lo que me hacía dar de lado a esta tarea.
¡Qué cosas! ¡Lo que da de sí un Jueveando!
¡Qué bien huele el café recién molido! Hace tiempo que no puedo tomar café, y he sido muy, muy cafetera, ese aroma es inolvidable... ahora lo disfruto cuando paso por alguna tienda de café, porque en las cafeterías no percibo ese olor tan especial. Tengo un viejo molinillo de café decorando la cocina del pueblo, muy bien hilada tu historia. Besos
ResponderEliminarMe has recordado a mi madre que cuando le prohibieron el café, pasaba por los tiendas que lo vendían y se quedaba un rato oliéndolo.
EliminarBesos
Sí que da, y además de cuando se participa, cuando se leen los escritos de los compañeros porque soy igual de cafetera que tu padre y me has traído el recuerdo maravilloso del olor del café recién molido.
ResponderEliminarBesos.
Dicen que en el sentido del olfato perduran mucho los olores y debe ser cierto porque siempre te evocan algún recuerdo.
EliminarDa para mucho ese aullar de dolor del café al ser molido.
ResponderEliminarYa te digo...
EliminarMoler el café tiene su misterio y su arte. No es solo dar vueltas a la manivela, sino pensar que cada grano debe quedar molino y todos ellos harán de nuestro el café el mejor aroma.
ResponderEliminarUn besote y que estos jueves nos den relatos y textos que bien merecen una lectura.
Besos.
... Y sobre todo que te traen a la mente cosas que ni si quiera habías pensado y al recordarlas vas sacando otras lecturas que te dicen mucho de ti.
EliminarLa vida...
El buen café exhala suspiros y amarguras.
ResponderEliminarFeliz día.
... y muchos recuerdos
EliminarLa verdad es que nunca lo he usado, pero siempre me ha parecido un artilugio precioso en sí mismo. Reunirse al rededor del aroma del buen café siempre ha unido, aunque no soy cafetera, soy muy tetera y de peque, del ColaCao ; )
ResponderEliminarMuy bonito tu recuerdo! un beso TRACY!
Un artilugio vintage, pero que en realidad, aún existen caprichosos del café que lo siguen usando en lugar del eléctrico.
Eliminarpara gustos personas.
En casa de "baristas" el café se tomaba de cafetera. Una antigua Pavoni de dos brazos, cuya caldera se tenía que llenar de agua con una bomba.
ResponderEliminarLas granzas de café venían a recogerlas las monjas del Asilo, para "el recuelo" y los restos sobrantes se utilizaban como abono para el jardín que cuidaban los asilados.
Lo que recuerdo era el olor en el pueblo, cuando las Mantequerías Moro, tostaban y torrefactaban el café en plena calle.
Era un olor impagable.
La nostalgia, que a veces te "espabila" mejor que un café.
Besos.
En mi casa también se tomaba de cafetera, pero antes había que moler el café, ¿en la tuya no?
EliminarTe mando el enlace de una entrada que hice en 2010, porque me encontré con la cafetera de mis padres en un escaparate y la fotografié, ¡mira que si era igual...!
https://tracycorrecaminos.blogspot.com/2010/02/
Son bonitos los recuerdos que relatas, ¡qué tiempos!
Besos
Creo que no me expliqué bien. Me refiero a una cafetera industrial italiana que teníamos en el bar. Obviamente, el café se molía en un molino eléctrico, que además servía para dosificar el café que se ponía en el "porta".
EliminarNaturalmente de esa cafetera era de la que nos surtíamos de café en casa.
(Vivíamos arriba del bar)
Besos.
Te explicaste a la perfección, lo que pasa es que una ya está mayor y al no mencionar que lo molíais el cafè, pensé que al ser tan grande la cafetera llevaba incluido la molienda, ya imaginaba que era la del bar.
EliminarEcharás de menos el tener ese cafetito tan bueno, bajo tú casa.
Gracias por la aclaración.
Besos
Una consigna que te llevó a rememorar momentos entrañables, Tracy! Me encanta el olor a café, más que tomarlo. Un abrazote!
ResponderEliminarEs un olor de los más penetrantes y te sitúan en el lugar de los hechos que estás recordando.
EliminarBesos
Ay , ese molinillo
ResponderEliminarquién
lo tuviera , unido
a la calidad del
café de mi tierra .
Harían una buena pareja de sobremesa.
EliminarHola Tracy, no sabes cómo te entiendo. Yo también molía el café en casa, aunque muchas veces mi madre me aligeraba la tarea y ella termina la molienda. Pero esos desayunos y meriendas, las tostadas de aceite y ajo restregado o con mantequilla, es incomparable con los desayunos a toda prisa de hoy en día.
ResponderEliminarAl lee tu relato me ha vuelto al olfato ese intenso aroma del café de una época que aunque no lo parezca y quizás con menos medios fue un privilegio para aquellos que la vivimos porque la vida era más sencilla y no primaba lo material.
Me ha encantado tu relato y lo he vivido como si fuera mio con la intensidad del recuerdo de mi infancia y adolescencia.
Un fuerte abrazo
Si te he hecho pasar unos buenos recuerdos, no sabes cuanto me alegro, de verdad.
EliminarUn beso grande.
Recién molido y hasta entonces bien conservado, sin luz ni humedad, después de tantas capsulas ahora volvemos a poder tomarlo así, recién molido, las nuevas cafeteras lo muelen al momento, estoy encantada. Un abrazo
ResponderEliminarNo la conozco, la que tengo es de cápsulas y la italiana de toda la vida.
EliminarPues me ha traído muchos recuerdos. Yo ahora compro el café en grano, lo llevo al molinillo eléctrico y luego a la cafetera italiana Dee toda la vida. Placer de dioses.
ResponderEliminarA mí me gusta el de cápsulas, mi hijas prefieren el de la cafetera italiana, eso es lo que tiene el café, que hace muy caprichosos a los usuarios.
EliminarEstoy experimentando un deseo de regresar al pasado, que no al futuro, gracias a esta convocatoria. Los objetos que nos ha traído Nuria son pura reminiscencia de tiempos en los que no necesariamente éramos más felices, aunque teníamos muchas menos cosas (o más primitivas) para serlo y lo conseguíamos (ser felices).
ResponderEliminarMe Me ha gustado mucho tru escrito, Tracy, con esa recreación tan bonita de los niños que se levantan a hacer el café, aunque selo pasarían mejor aquellos a quienes no les tocaba molerlo.
Saludos.
Quizás éramos más felices porque estábamos en edad de serlo, no sé...
EliminarCada tiempo tiene sus ventajas y las de hoy día no son baladíes.
Mi abuela tenía ese tipo de molinillo de café, nos hacía unas razas riquísimas y aromáticas. Una gran aportación para la reunión de JUEVEROS, ya me pasaré a leeros a todos, como siempre.
ResponderEliminarTu escrito me ha llevado de la mano a la niñez y juventud, aquella cocina con olores tan entrañables como inolvidables.
Besos.
Creo que todos los que vivimos aquellos tiempos, nos ha hecho poner en movimiento el disco dura y mira todo lo que sale.
EliminarBesitos.
No se si lo he escrito y no lo he enviado, son las cosas de escribir por el movil, te dije que en casa tengo un molinillo de esos del año maria castaño pero que muelen mejor que cualquiera.
ResponderEliminarSaludos
¿A ti también te pasa que no te salen los comentarios?, ¡vaya!, mal de muchos...
EliminarEntre los spams no estás que te he mirado, todos los días rescato a alguien de allí.
Lo antiguo es mejor que lo moderno por eso nosotros somos tan guays.
😅 me esta emocionando ver que muchos tenemos buena relación con el café
ResponderEliminarTambién los hay con le té
EliminarPrecioso, entrañable y nostálgico texto, Tracy. Yo también le di muchas vueltas a ese molinillo en mi infancia ... tiempos felices.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Será raro encontrar a quien no lo hizo alguna vez.
EliminarNo, no es raro, a los "nuevos" no les preguntes, no tiene NPI.
EliminarBellísima Historia inspirada en ese molinillo de café. Y además en tiempos modernos mucha gente prefiere moler in situ, y hacer recién molido su café vespertino.
ResponderEliminarAsí es, por algo será además de por ser caprichoso, jajajaj
EliminarEse café recién molido y ese aroma que lo llevaba todo... Hay cosas que son mejores en tiempo pasado. Besos.
ResponderEliminar... esta es una.
EliminarHabía verdaderas virguerías de molinillos.
ResponderEliminarAhora también los hay para decoración y valen carísimos
EliminarAún conservo en un hueco del salón de casa un molinillo como el que ilustra tu relato. Curiosamente, de pequeño no podía irme a la cama sin una taza de café. Claro que no era café sino achicoria o cebada. tostada. Tu relato me trae muchos recuerdos, Tracy.
ResponderEliminarUn abrazo,.
Creo que en nuestras casas, una mayoría, guarda esa pieza que tanto recuerdos guarda y ese olor que aún perdura en él.
EliminarLo entrañable que resulta hoy un artefacto tan artesanal entre tanta tecnología, recuerdo que en casa había uno cuando era niño.
ResponderEliminarUn beso dulce.
Estamos saturados de tecnología, estos objetos aunque sólo sea para mirarlos, nos relajan.
EliminarBesos
Aún conserva mi hermana una cafetera de aquellas, pero ya como pieza de museo. Me encantan.
ResponderEliminarBuen café.
Aún hoy como pieza de Museo están cumpliendo un cometido importante: hacernos recordar.
EliminarQue padre usar el molinillo, sería divertido me imagino.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno.... Tanto como divertido, no. Acababas reventada, aunque parezca raro.
EliminarPues esas mañanas eran muy parecidas a las mías. Ese molinillo al final a mí me gustaba. Por el sonido, algo siniestro, de ir machacando los granos de café, mientras un aroma imposible de olvidar empezaba a llenar la casa, preludiando el siguiente de hacer el café.
ResponderEliminarUn texto encantador. Un fuerte abrazo, Tracy
Lo mejor era recibir el aroma del grano pulverizado, de primera mano, jejeje
EliminarNO sé si somos de la misma quinta más o menos, pero me suena ese molinillo, el aroma y los tazones, como bien dices, enormes y sin asas. Precioso relato! Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
Pues sí, lo de los tazones es definitivo para saber la quinta de a que somos, jajajajaj
EliminarHola Tracy, grandes recuerdos en torno al molinillo de café, era laborioso, pero se hacía gimnasia sin necesidad de ir al gimnasio, jeje...
ResponderEliminarUn abrazo. :)
sobre todo gimnasia en el túnel metacarpiano, jajajaj
EliminarAl leer lo que escribiste, me parece entender que le dediques entradas a lugares en que sirven café.
ResponderEliminarUn texto muy sensorial.
Un abrazo.
Pues fíjate que soy más tetera que cafetera y lo de mis entradas vino a través de un grupo que todos los martes tomábamos el té on line.
Eliminarque mejor despertador que el olor del café recién hecho. Ademas es como día de fiesta.
ResponderEliminarEs una de esas cosas que gusta más como huelen que como saben. Y es también una ventaja que tiene sobre el te, su campo de acción olfativa.
Besoosss , Tracy
Esos recuerdos pertenecen a una época que nunca mas vendrá. Las cosas sencillas se anclan en nuestra memoria y nos visitan cuando algo nos motiva. Hoy en tu relato nos has vuelto a hacer café como si fuéramos vecinos que has invitado un día de domingo...A veces, cuando la niñez nos atrapa con sus recuerdos, se nos hace un nudo en la garganta y no podemos tragar.
ResponderEliminarUn saludo de Buscador
No se puede negar que el aroma del café recién preparado es hipnótico, o simplemente con el aroma que larga el grano a pasar por el molinillo. Quizás no sea tan rico como su aroma jeje
ResponderEliminarA mi me encanta esas tazas palanganas donde se toma ese café con leche, soy una adicta al café con leche para desayunar y porque no, merendar... Acá antes te daban esas tazas en los bares, aroma si te dan una tacita es mucho.
Me gusta lo que compartís de tu familia y ese calorcito de hogar.
Un abrazo mi atolondrada favorita :p
Recuerdos con aroma a café, tostadas y "discusiones". ¡Cuanto amor en cada giro del molinillo!
ResponderEliminarMe ha encantado, Tracy
Un besazo enorme