SÓLO TENGO OJOS

para mirar los pies de la gente con la que me cruzo por la calle,

es más, si me encuentro en la playa con  George Clooney con los pies cubiertos  y a su lado van unos pies descalzos, mi mirada se va a los segundos. Diréis que estoy como una cabra y lleváis razón.

Pero es tal la belleza de unos pies sanos, por muy feos que sean, que me enaltecen el alma, ¿qué queréis que os diga?
Esos pies... que pueden andar por la playa sin tener en cuenta la postura que ponen,  para no hacerse daño al caminar y en los que sus dueñas sólo piensan en ponerlos bellos para que estén más atractivos por fuera, porque se permiten el lujo, hasta de ir  sin suela.

O aquellos otros que incluso al caminar por la calle no pierden la sensación de ir pisando césped.

¿Y qué me decís de las zapatillas de playa sin sujección alguna al pie?

O las que llevan incorporados los limones para hacer una caipiriña, sin importarles el peso.

¡Qué ganitas tengo de poderme poner estos inventos!, aunque luego no me los ponga.
                           El caso es PODER, que no es lo mismo, en este caso, que QUERER.