sábado, 16 de enero de 2010

RINGG, RINGGG, RINGGGGGG

Os quiero contar una cosa que ha tenido lugar esta mañana mientras yo asistía a misa.
 La ceremonia transcurría con toda normalidad, hasta que de buenas a primeras, en el momento más importante, el de la consagración , empieza a sonar un móvil: el del sacerdote que oficiaba la misa.
Hasta ahí...bueno...., no es lo normal, pero cualquiera puede tener un descuido. Lo que ya se sale de madre es que el sacerdote dejara lo que estaba haciendo y empezara a levantarse faldones, para encontrar el bolsillo del pantalón donde debía tener el teléfono, que seguía tocando desesperadamente.
En fin....¡Qué momento!. ¡Qué verguenza ajena!.
Fueron unos segundos que a mí me parecieron siglos, hasta que dejó de sonar el fatídico aparatito
Yo creía que el buen hombre buscaba el móvil para apagarlo definitivamente, pero...¡qué va...!
En el momento de estar dando la Comunión, suena otra vez. ¡no me lo puedo creer!, ¿y qué hace el buen señor?, se pone de espaldas al público, deja sobre el altar el cáliz y vuelve a subirse los ropajes y  a buscar el dichoso teléfono, mientras  las personas que iban en la fila para comulgar se quedaban quietos como estatuas, esperando el desenlace final.
No daba crédito a lo que estaba viendo, porque además pensaba que yo estaba mucho más nerviosa que él.
Cuando el timbre deja de sonar, pienso, "vaya...por fin lo ha apagado".
Pero...¡nada de eso!.
Cuando termina el show, en el que se había convertido la misa, el protagonista se dirige a la sacristía y de nuevo empieza a sonar el ya, famoso, teléfono.
¡Menos mal que el timbre tenía un sonido normal, y no el "aserejé".

2 comentarios:

  1. Yo estudié en un colegio de curas: ahora ya sé qué querían decir cuando nos contaban aquellas historias de "sentí una llamada, y fui a..." o "me consagré...". A lo mejor esperaba la suya.

    De todos modos, ese es un sacerdote adaptado a los tiempos modernos; no es nada extraño escuchar teléfonos en cines, conciertos,y cualquier otro evento, y que sus dueños se pongan a hablar sin ninguna vergüenza.

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  2. sí, yo me temía lo peor: que descolgara y hablara con toda naturalidad allí en medio...

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