Esto es un "sucedío" como diría Paco Gandía.
Hace una pila de años, cuando vivía mi hija mayor en Sevilla me dijo:
- Mamá porqué no te vienes para acá y nos vamos al carnaval de Cádiz.
Conociéndome, como me conocéis, no me lo tuvo que repetir dos veces cuando me presenté en su casa.
Empezamos a pensar de qué nos disfrazaríamos, tenía que ser algo sencillo porque yo tenía que ir conduciendo. Nos reímos lo más grande, probándonos disfraces inventados sobre la marcha, hasta que dimos con uno perfecto, para la noche fría que se avecinaba. Las dos íbamos iguales: encima de la ropa nos colocamos dos albornoces de rayitas , monísimos y una toalla compañera de turbante en la cabeza, unos calcetines gordos y unas zapatillas calentitas de tela de rizo.
Nos compramos pintura verde para la cara y gafas sin cristales pero la montura eran dos rodajas de pepino.
Pensamos que como el disfraz era fácil, era mejor vestirnos una vez que llegáramos a Cádiz.
Así lo hicimos, aparcamos el coche por Puerta Tierra.
(¡¡¡¡¡¡¡¡ Increíble!!!!!!!)
Estuvimos dando una vuelta por el Barrio La Tiza y al anochecer nos fuimos al coche a vestirnos, nada más salir de él, nos dimos cuenta que habíamos triunfado, al oír que nos dijeron:
- ¡Qué arte!, con tan poca cosa y lo bien que van.
Todas orgullosas nos metimos en la vorágine de la fiesta, cuidando mucho de no pasarnos porque nos teníamos que ir a dormir a Sevilla
Bailamos, cantamos, nos unimos a comparsas, una locura...
Cuando nos cansamos serían las dos o las tres de la madrugada, cogimos el coche y tal como íbamos , sin quitarnos ni la toalla de la cabeza, cogimos carretera y manta, deseosas de la ducha que nos esperaba y la cama tan deseada.
Al salir de Cádiz ya en la autovía vemos a la Policía que nos hacía señales para que nos pusiéramos en un lateral.
A nosotras nos dio por reír de ver nuestras pintas y no había forma de parar de la risa floja que nos entró.
Paramos y sin bajarnos hicieron que sopláramos, efectivamente dio negativo, pero en vez de decirnos que siguiéramos, nos pidieron el carnet de conducir, fue entonces cuando ellos se tomaron la revancha y se pusieron a reír al vernos en plena noche con los albornoces y la cara pintada de verde, simulando una mascarilla, y las gafas de pepino.
Con mucha sorna el más joven de ellos me dice:
- Señora, y esas gafas son graduadas?
(¡Menos mal que yo llevaba las mías debajo de las de pepino!)
Y ni corta, ni perezosa, le digo:
- ¡Pues claro!, ¿cree que voy a venir conduciendo con unas rodajas de pepino en los ojos?, además es que no me había dado cuenta que las llevaba puestas, fíjese usted si venía cómoda.
- ¡Vamos señora, cómoda, hasta Córdoba!
- A Córdoba no, a Sevilla a dormir en casa de mi hija.
- ¿Pero es su hija?, a ver déjeme el carnet de ella.
Se baja ella, busca en el bolso que iba en el asiento de atrás, no lo encuentra, a mí me da por reír, mi hija me quería fulminar con la mirada y yo no podía parar de reír.
- No se ría tanto que lo mismo esta noche no pueden ir a dormir a Sevilla.
Se me cortó la risa en seco y no sé quién me iluminó y le dije:
- ¡"Enga pisha"! ya está bien de bromas, que hace mucho frío, lo habéis hecho tan bien, que hasta me he creído que erais de la Policía.
Mi hija que ha encontrado el carnet , se lo da al mayor de los dos guardias de Tráfico, que le dice al otro en voz baja "que es verdad".
Ya estábamos las dos montadas en el coche cuando oímos que nos dice el más joven:
- Circule pero ¡antes quítese los pepinos de las gafas!
Casi simultáneamente le dice el mayor:
-¡Quillo, enga ya, que mira la cola que se ha formado para soplar!
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PD. si encuentro alguna foto de esa noche os la enseñaré
Cómo eran analógicas, sepa Dios donde estarán.
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