Inma nos conduce este jueves y nos invita a que hagamos un homenaje a nuestras madres, seguro que será muy emotivo leernos aquí
Son muchas las veces que he hablado y escrito sobre mi madre pero nunca de ese día fatídico que se me fue para siempre.
No sé si consciente o inconscientemente, he obviado escribir sobre este hecho tan importante en mi vida y creo que ha llegado el momento de hacerlo en un acto de valentía por mi parte, porque a pesar de que ha pasado mucho tiempo sigo emocionándome al recordarlo.
Cuando muere el último de nuestros progenitores, es tal la sensación de orfandad que te invade que te sientes desmadejada, como una marioneta a la que cortan las cuerdas; da igual la edad que tengas y que haya una familia consolidada con hijos que te reclaman y te necesitan. El desarraigo que sientes es total, como cuando a una planta le cortan la última raíz que la sujetaba al suelo.
Nunca olvidaré el día anterior a su partida, un domingo con un sol espléndido, de esos que nos regala el invierno por mi tierra, fuimos a merendar a los Jardines con mis niñas, ellas se fueron a jugar y nosotras nos quedamos haciendo planes de cómo organizar las comidas de Navidad, mi hermano se había casado y había otra familia más para ubicar en las fechas señaladas, hablamos de menús, de regalos... Yo la miraba y pensaba:
¡¡¡Qué guapa está mi madre!!!
Era tan fluída la conversación, que aquel pensamiento no lo verbalicé. Siempre me quedé con ese sinsabor de boca.
Al día siguiente, lunes doce de diciembre, a la misma hora que sucedió esto que acabo de contar, ya se nos había ido.
Sin esperarlo.
Se encontró mal y me avisó por teléfono.
Me dio tiempo a llegar a su casa.
La acompañé a la cama.
Llamé a urgencias.
Ella sólo me esperó a mí, no tuvo ganas de esperar al médico.
Cuando muere el último de nuestros progenitores, es tal la sensación de orfandad que te invade que te sientes desmadejada, como una marioneta a la que cortan las cuerdas; da igual la edad que tengas y que haya una familia consolidada con hijos que te reclaman y te necesitan. El desarraigo que sientes es total, como cuando a una planta le cortan la última raíz que la sujetaba al suelo.
Nunca olvidaré el día anterior a su partida, un domingo con un sol espléndido, de esos que nos regala el invierno por mi tierra, fuimos a merendar a los Jardines con mis niñas, ellas se fueron a jugar y nosotras nos quedamos haciendo planes de cómo organizar las comidas de Navidad, mi hermano se había casado y había otra familia más para ubicar en las fechas señaladas, hablamos de menús, de regalos... Yo la miraba y pensaba:
¡¡¡Qué guapa está mi madre!!!
Era tan fluída la conversación, que aquel pensamiento no lo verbalicé. Siempre me quedé con ese sinsabor de boca.
Al día siguiente, lunes doce de diciembre, a la misma hora que sucedió esto que acabo de contar, ya se nos había ido.
Sin esperarlo.
Se encontró mal y me avisó por teléfono.
Me dio tiempo a llegar a su casa.
La acompañé a la cama.
Llamé a urgencias.
Ella sólo me esperó a mí, no tuvo ganas de esperar al médico.
Tres meses antes de que muriese, el médico que la entendía en terminales ya se lo había dicho.
ResponderEliminarEstaba más que preparada, y me preguntaba que qués lo que habría detrás de la vida, pregunta que yo no podía contestarle, salvo lo que decían las religiones (entre otras cosas soy Teólogo).
Un mes antes de su partida decidió hablar de la guerra civil. Yo sabía varias cosas (siempre a medias). Sabía que había sido miliciana de la CNT en Cervera. Sabía que había disparado. Sabía que después de la guerra había estado en once (11) cárceles. Sabía que en unas las pasó muy mal, y en otras no tanto.
Lo que no sabía era de su actuación como miliciana de la CNT en Barcelona, y otros datos que me facilitó sobre las checas de la ciudad.
Muchas cosas escabrosas. Algunas nada aceptables y la mayoría con final trágico.
No me llevé ninguna sorpresa, pero si un regusto amargo.
Marchó tranquila.
Detrás de esta obra de teatro que es la vida no se lo que hay, pero estoy seguro de que en esta nuestros remordimientos hacen su curso inexorable.
Un abrazo
Salut
Tu madre es para hacerle un monumento ¡qué mujer!
Eliminar¿Por qué no escribes un libro con su historia?, yo te lo compraría.
Desde aquí mi humilde persona te anima a ello.
El amor de una madre es el sentimiento más puro y desinteresado que hay. Su existencia es la que me hace pensar que en el género humano no está todo perdido.
ResponderEliminarGracias por compartir un sentimiento tan bonito.
Así lo creo yo también.
EliminarUn beso.
Con la piel de gallina, Tracy, qué hermoso recuerdo que ni siquiera la ausencia y el dolor pueden empañar.
ResponderEliminarun abrazo
Es cierto, en mí está vivo como el primer día.
EliminarGracias por compartir ese día con tod@s te entiendo a la perfección .
ResponderEliminarPrecioso homenaje que le has hecho a ella , cree que las madres aunque a veces no las hayamos dicho " lo guapas que son" ellas nos lo notaban en la mirada , nada se les podía ocultar.
Un abrazo y pasa un resto del día estupendamente.
El día ha sido regular, eñl escribir sobre esto me ha revuelto las emociones.
EliminarMe has emocionado, tu forma clara de contarlo ha llegado a tocar los sentimientos rezagados. Un abrazo
ResponderEliminarA mí también me ha pasado.
EliminarPues yo no presencie la muerte de ninguna de las dos madres que tuve, la que me trajo al mundo y la que me crió, a una la quise, la que me crió, mas que a la otra, la que me parió, que apenas conocí, pero espero que ambas descansen en paz, así como a la tuya.
ResponderEliminarBesos y salud
Gracias Genín, confío en que sí.
EliminarMuy emocionante lo que has contado sobre tu querida madre, pero mira eso es ley de vida. Es un palo muy duro, cuando los pierdes, pero a nosotros también nos tocará, y la sensación y sentimientos de dolor por parte de nuestros hijos, serán los mismos. Así es la vida, una cadena, que siempre da, más sufrimientos que alegrías. Pero los recuerdos bonitos de tú madre, siempre los llevarás contigo.
ResponderEliminarBesos.
Aún sabiéndolo, cuesta trabajo amoldarte a esa realidad.
Eliminarpor que será que nos cuesta decir las cosas lindas que pensamos?
ResponderEliminarpor que las guardaremos como algo vergonzoso?
abrazo
Yo las digo siempre, me enseñó ella, pero mira por donde, aquella vez, por no cortar la conversación...
EliminarSucedió porque tenía que suceder, pero fue una putada.
uff que triste, muy similar a como se despidió mi madre, pero tema de distancia me llama al celular, me aconseja que me cuide y que este tranquila; mi madre padecía de cáncer de riñón e hígado; al día siguiente se había ido..
ResponderEliminar¡Es horrible! y cuesta trabajo reponerse.
EliminarTe esperó...
ResponderEliminarUn abrazo enorme,Tracy.
Con eso me quedo, de otra forma hubiera sido terrible.
EliminarBesos
Un relato que derrocha sensibilidad, amiga Tracy. Para mi, su muerte, fue la peor desgracia que he tenido que soportar en mivida, aún hoy no he conseguido superarlo completamente y menos si, como hoy, leo un texto tan bello como el tuyo.
ResponderEliminarUn abrazo ... muy emmotivo
Creo que esa pérdida no se supera nunca.
EliminarEse mismo dia murio mi padre tambien.
ResponderEliminarBesos.
Ya hay algo más que nos une, compi.
EliminarSí, te esperó, Tracy.
ResponderEliminarEs precioso.
Un beso muy fuerte con todo mi cariño.
Otro beso para ti.
EliminarEs un acontecimiento tan dolorosos que uno tarda en poder verbalizarlo, hoy ha sido tu momento Tracy, gracias por compartirlo. Me has emocionado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias San, ha sido difícil.
EliminarUfff! Me has dejado con el corazón encogido y me has llevado a ese sentimiento de desazón y desarraigo yo me aferro a mis hermanos (como lo unico que me queda de ella)los quiero mucho pero no es lo mismo....Bellisimo escrito amiga, besos.
ResponderEliminarY tanto que no es lo mismo...el lugar de una madre no lo ocupa nadie.
EliminarTracy:
ResponderEliminarme ha gustado la reflexión de que, al perder al último de los padres, te queda una sensación profundísima de orfandas, aunque uno ya sea adulto.
Salu2 y un abrazo.
Es lo que yo sentí al menos, fue terrible.
EliminarEmotivo relato, Tracy.
ResponderEliminarAsí es la vida, llevas a tu madre contigo en el alma, eso nunca muere.
Besos
Por supuesto, pero no tengo su tacto,
EliminarEntiendo y revivo con tus palabras el golpe inmenso que sentí cuando se fue la mía, también de improviso, dejándome un hueco inconmensurable para siempre en mi corazón.
ResponderEliminarUn beso
Un hueco que permanece y que nadie puede llenar.
EliminarQue triste. Por lo menos estabas allí con ella y seguro que en esa charla del día anterior ella ya sentía todo ese cariño que le tenías.
ResponderEliminarUn abrazo.
Claro que sí, pero me da pena que yo soy de decirlo bueno, aquella vez no se lo dijera.
EliminarAsi, exactamente así, se fue mi madre cuando yo estaba por cumplir 21 años. Me esperó sólo a mi, después de reirnos juntas, como siempre.
ResponderEliminarun abrazo, Tracy!
Entonces me habrás comprendido a la perfección, como yo te comprendo a ti.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Guao. De momento yo no sé lo que es perder a ninguno de mis padres ¡y aún no he perdido a ninguno de mis abuelos! Pero no he podido evitar emocionarme con tu relato.
ResponderEliminarUn beso, Tracy