Suena la música en casa de Roxana, podéis oírla aquí
Cuando pequeña pasaba los veranos en el pueblo donde vivía mi abuela, siempre estaba deseando que llegaran porque eran sinónimo de libertad, de poder ir por el campo de los alrededores a coger espigas, de bañarnos en las albercas de los cortijos, de jugar por los patios y corrales de mi amiga Nela y de los primeros contactos de niños y niñas que formábamos una gran pandilla. La mayoría de nosotros veníamos de fuera a pasar todas las vacaciones pero eran las del verano, las que más disfrutábamos.
Casi todas nuestras casas estaban alrededor del Paseo, centro neurálgico del pueblo, siempre custodiado por las campanadas del reloj del Ayuntamiento que era quien marcaba nuestros tiempos: las doce de la noche era hora de recogerse, hasta entonces jugábamos como posesos, bajo la mirada de nuestros padres y abuelos que vigilaban sin ser notados desde los balcones o desde las sillas de enea sacadas a las puertas de las casas al frescor de la luna.
Mañana, tarde y noche eran nuestras, pero la siesta... ¡ah... la siesta! esas horas eran sagradas para los mayores que no sabían que inventarse para tenernos metidos en las casas; a los que habían sacado malas notas, los mandaban a una academia a preparase para septiembre, a mí que siempre aprobaba (¡qué repelente!). me decían que el curso siguiente era muy difícil y que debía dar unas clases para preparármelo, creo que fui una semana porque prometí que me portaría bien y no importunaría en las horas de la siesta.
No cumplí mi palabra, siempre fui muy "DESINQUIETA", como decía Dominga, y un poquito REBELDE.
Así es que empecé a dar clases de guitarra con el único objetivo de que las siestas fueran un remanso de paz en casa de mi abuela.
Al principio no me pareció mal, me gustaba, pero es que atravesar "mi Paseo" con ese sol de justicia a las cuatro de la tarde y de vuelta a las seis, no era de recibo. Cuando llegaba a casa del profesor, un señor mayor que quizás no lo fuera tanto, tenía ganas de tirarme al suelo y descansar, así es que demasiado hizo el pobre señor en aquel verano, en dos meses no me podía enseñar a tocar la guitarra, pero a él le debo mi pasión por este instrumento.
Cuando oigo una guitarra... se me remueven mis raíces.
Jamás me dio por continuar su aprendizaje, ni tampoco por inculcar a mis hijas que aprendieran a tocarla, sin embargo hoy tengo la satisfacción de oírla sonar en las manos de mi hija mayor y de mi nieto Hugo.
¡No veáis como disfruto!
La música siempre es bella ¡¡¡
ResponderEliminarsalut
...y dicen que amansa a las fieras...
EliminarQué veranos los de entonces...
ResponderEliminarYo también iba al pueblo donde vivían mis abuelos.
Y la siesta era obligada, aunque claro siempre me escapaba...
Besos con acordes.
Entonces te ha debido de sonar lo que cuento, jejejeje
EliminarHermosa canción la de tus recuerdos y esa guitarra que te hace remover tus raíces.
ResponderEliminarBesos.
Me alego que te gustara.
EliminarBonita historia recuerdos de la niñez compartes y reavivas los nuestros. Un abrazo
ResponderEliminarPor franjas de edad los recuerdos suelen ser muy parecidos.
EliminarMi gran sueño no conseguido es haber sido director de orquesta. No músico, DIRECTOR DE ORQUESTA. No hay nada más sublime, (para mí), que poder poner de acuerdo a un grupo de personas, para crear belleza. Desgraciadamente yo tengo oreja en vez de oído y como tantos otros sueños este también se frustró.
ResponderEliminarHe tenido la suerte de que mi nieta mayor es una virtuosa en varios instrumentos.
Con eso me conformo.
Besos.
En cierto modo te ha pasado como a mí...
EliminarMe hubiera gustado aprender a tocar algún instrumento, la guitarra hubiera estado bien.
ResponderEliminarPrecioso tu relato, así eran las siestas en mi pueblo.
Besossss
La siestas son lo más contrario de los niños
EliminarQue no nos falte nunca la música!
ResponderEliminar¡Qué te lo digan a ti...!
Eliminar"como e bom poder tocar um instrumento..."
ResponderEliminarSí, pero las horitas eran
EliminarAprender a disfrutar de la música también es un logro.
ResponderEliminarYo descubrí que no tenía oído, más bien tinnitus, pero puedo disfrutarla.
Bien acorde a este jueves lo que contás.
Un abrazo.
Ay, si yo ye contara...
EliminarPasion libremente heredada. Muy bonito.
ResponderEliminarBesos.
Me lo he encontrado sin pensarlo.
EliminarMe has hecho recordar las tardes cuando nos reunimos en la mesa y tocamos con devoción las canciones del folclore. Aprendimos solfeo por curiosidad, cantamos y sobre todo tocamos la flauta. ¿A que suena a medievo? Todavía no he cumplido los 65... Un abrazo
ResponderEliminarEl solfeo... lo recuerdo como un castigo divino.
EliminarLas vacaciones en aquellos pueblos sí que eran vacaciones, y no lo de ahora. Nosotros tuvimos la suerte de disfrutar de niños, lo que ahora no disfrutan los nuestros, a pesar de que lo tienen todo. Pues mira aunque tú no siguieras dándole a la guitarra, seguro que ahora te enorgullece, que la toque tu hija mayor, y tu nieto.
ResponderEliminarBesos.
Pues sí, me embobo oyéndolos.
EliminarMuy bonito relato.
ResponderEliminar;)
EliminarQue emotivo relato y en muchas cosas me identifico , a mi me hubiera gustado saber tocar algún instrumento pero quizás por pereza o no sé sencillamente no llego , aunque nunca es tarde ..me alegro que tú hija y nieto hayan seguido la tradición y quizás deberías replantearse seguir tocando.
ResponderEliminarUn beso y feliz tarde.
fíjate que gustándome como me gusta la guitarra, nunca me planteé aprender a tocarla.
EliminarAaawww que hermoso y encantador, un relato con un instrumento musical y con recuerdos de la niñez. Después de la caminata debajo del sol candente es justificable tu cansancio. Pobre chiquilla! =0)
ResponderEliminarSaludito
Tú lo has dicho: ¡pobre de mí!
EliminarBonitos recuerdos. Mis hijas tocan el piano. Un beso.
ResponderEliminarPolete ha empezado este curso con cinco años a tocarlo y le gusta mucho.
EliminarOye, pssss, ahora que nadie nos oye nadie ... ¿Sabes que siempre me emocionas cuando hablas de los tuyos?
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, chica desinquieta.
Debe ser porque hablo desde el corazón...
EliminarA mí tampoco me gustaba hacer la siesta de pequeña...
ResponderEliminar; )
Me encanta la guitarra,ole por tu hija y tu nieto
Besos
Debemos ser las dos igual de "desinquietas"
EliminarPrimero una verdad universal: la hora de la siesta es la hora de la siesta y punto.
ResponderEliminarYo hice una clase de guitarra. Una. No conseguía rodear el cuello con la mano izquierda. Cuando lo consigo, pongo las yemas de los dedos en las cuerdas adecuadas retorciendo mi muñeca. y rasgueo con la derecha el sádico del profesor dice ¡¡¡que tengo que cambiar la posición de los dedos de la mano izquierda!!! en ese momento ya amoratada.
En ese momento se acabo mi vida como concertista de guitarra.
Me parece aleccionador que ahora somos nosotros los que queremos que respeten la siesta, jajajaja
EliminarEl significado de ese cambio es monstruoso por su significado.
Soy más modesto que Juan, me habría encantado tocar algún instrumento, pero no. Y es curioso que muchos amantes de la música, no sabemos interpretarla.
ResponderEliminarMás curioso es la causa por la que aprendiste guitarra.
Besos.
Si no la aprendí...
Eliminarvamos cumpliendo años y los recuerdos de la infancia se nos hacen cada vez más presentes
ResponderEliminarbesos
Sí sobretodo cuando se tuvo una infancia feliz, aunque me mandaran a dar clase a las cuatro de la tarde en verano.
EliminarYo sabía tocar un poco la bandurria...
ResponderEliminarUn instrumento es.
EliminarSiempre quise tocar la guitarra, y nunca,ni tan siquiera, lo intenté :(
ResponderEliminarBesos y salud
Casi... casi... lo que me pasó a mí.
Eliminar¡Hola! Qué bonita anécdota que nos cuenta, caminar bajo el sol del verano es tremendo, especialmente cuando no hay una mísera sombra en todo el camino >.<
ResponderEliminarQue bueno que en tu familia hayan aprendido a tocar la guitarra. Es uno de mis pendientes, que más o menos, algo sé, pero tampoco es como para enorgullecerme. Lo mío es el piano.
Gracias por sumarte <3
¡Un abrazo!
Si tienes pendiente, ¡hazlo!, te lo dice una que no lo hizo.
EliminarMe gusta eso de hacer "remover las raíces". El poder de la música es grande. Un abrazo
ResponderEliminar¿qué no conseguirá la música?
EliminarApender un instrumento es muy bonito, y en ese pueblo seguro que sonaron las más bellas melodías.
ResponderEliminarUn abrazo
Melodías....?????
EliminarNo, sólo acordes.
Son bonitos tus recuerdos de la niñez y tienen la banda sonora perfectos para ser recordados.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Mag
Me alegro que te gustaran.
EliminarEn gran parte he podido ver mis veranos en el pueblo de mis padres. Y la hora de la siesta la recuerdo todos tirados en el suelo viendo a Indurain!! Ir a tocar la guitarra tampoco es mal plan, pero a esas horas...
ResponderEliminarUn beso Tracy
Bonito sonido el de la guitarra y hay que ver lo bonito que queda acompañando a la voz.
ResponderEliminarUn saludo.
En la guitarra hay algo telúrico creo yo...que buen relato de sensaciones y ambiente...¡qué buenos recuerdos!
ResponderEliminarBesos y abrazos.