JUEVEANDO CON FINALES INESPERADOS

Dorotea nos dirige este último jueves del año, quiere que inventemos un final distinto para el cuento que elijamos dentro de una lista que nos ha dado.

Si queréis leer estos finales, pinchad aquí

 

Mi cuento elegido ha sido Caperucita Roja

Caperucita iba todos los fines de semana a visitar a su abuela que vivía en un adosado en una zona residencial. La abuela de Caperucita había sido maquilladora en unos estudios de televisión y  ahora que estaba jubilada disfrutaba contándole a su nieta miles de anécdotas  que la jovencita escuchaba con la boca abierta. 
Abuela y nieta disfrutaban  maquillándose una a la otra.
El milagro de los afeites y la pericia de la abuela en manejar las brochas, convertían a Caperucita de adolescente en una atractiva mujer.
Un día llamaron a la puerta  y Caperucita salió a abrir.
 Era  un apuesto señor que preguntaba por su abuela: el Señor Lobo, vecino y amigo, que pasaba muchas tardes con ella viendo la tele, jugando a las cartas o simplemente hablando ante una taza de café humeante.
A Caperucita le gustó el Sr. Lobo desde el primer momento que lo vio y no se recataba en flirtear con él,  hasta llegar a volverlo loco, en el momento que la abuela volvía la espalda. 
-Sr Lobo qué mirada más seductora tiene...
-Sr Lobo qué  nariz más interesante para hacer diabluras con ella...
-Y esas orejas? perfectas para susurrarle al oído todo lo que me gustaría  que me hiciera con esas manos, con esa boca y con esa lengua que adivino...
El Sr. Lobo se iba poniendo de todos los colores, mientras un sudor frío bañaba todo su cuerpo, a pesar de esto no entró en el juego de Caperucita y la rechazó de la mejor manera que pudo, pensando que era una chiquilla que por la edad, podría ser su nieta.
Caperucita dolida en su amor propio acusó al Sr. Lobo de acoso, la abuela la creyó y la defendió, mientras que el pobre Sr. Lobo pagó por una culpa que no cometió.
MORALEJA: Hemos de desterrar el machismo que origina el acoso y la violencia de género, pero nadie debe apoyarse en esta lacra de la sociedad, ¡y mucho menos las mujeres!, para salir indemnes de una controversia o usarla como ardid para conseguir ciertas prebendas que de otra manera no conseguirían.