Para mí es casi obligado venir a él en cada una de mis visitas a Madrid.
En él se representan obras, cuyos montajes siempre son novedosos y en los que la expresividad corporal y la buena dramatización son el denominador común, que hace honor al lema de la Abadía:
"El placer inteligente"
Dicho esto, mi hija quiso darme una sorpresa, sacando las entradas para ver:
¡Y vaya si me dió la sorpresa!
Cuando llegamos al teatro, le dijo el portero que esa obra no se estrenaba hasta el día 23.
Las dos nos miramos con cara de póker, mi hija con la cantidad de cosas que tiene ahora mismo en la cabeza, se había confundido.
Ante la posibilidad de perder el dinero, porque en esa fecha no vamos a estar aquí, optamos por meternos en la obra que ponían ese día y nos ofrecieron las dos últimas entradas que quedaban.
Una obra surrealista tan difícil de entender que nos tuvo a las dos de coloquio hasta bien entrada la noche. Imagino que al público que abarrotaba la sala le pasó igual
Voy a intentar resumir
brevemente lo que yo entendí, que no quiere decir que sea lo que quiso decir la autora (Carla Nyman)
Los actores son dos, por cierto buenísimos, sobre todo ella que tiene un papel vertebral en la obra.
Parece ser un siquiátrico, ella está allí porque su pareja la ha dejado.
El chico es el siquiatra que la atiende y es absorbido por el cuerpo de la chica y a partir de aquí vive en su interior como si ambos estuvieran en un claustro materno, su vientre, lo que da como resultado que es el chico el que parece ser histérico y no la chica, a la que siempre, como mujer, se le aplica este calificativo.
A partir de este momento, todos nos metemos en el cuerpo de la protagonista e intentamos descubrir que todos somos histéricos al querer ir contra la lógica impuesta por la época que vivimos.
Y aquí estamos dos histéricas,
eso sí, antes de que empezara la representación y saber que lo éramos.
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