PASEANDO POR MADRID

Los árboles velan armas ante el invierno, para que la primavera que ha venido a visitarlo, no lo secuestre 

esa primavera que se ha hecho un huequito en el mes loco para hacernos gozar, con ese sol radiante que se hace sentir en la piel y en los ánimos de quienes transitan las calles mecidos por los sones  de bandas improvisadas dignas del mejor de los auditorios.

Y yo sigo paseando, empapándome de lo que encuentro a mi paso: edificios remozados como el del antiguo Banco Español de Crédito, del que recuerdo su anagrama porque en el pueblo de mi abuela, quizás fuera el único Banco que hubiera, era "el Banco".

Ha estado en obras y cuando ayer lo vi, erguido en su esquina, tan perfecto en su arquitectura, tan señorial... me recreé en él.

Enfrente el Casino de Madrid, donde tuve la suerte de asistir al primer concierto que se daba de flamenco en sus salones y además dado por una mujer: Carmen Linares. 
Mis emociones saltaron de alegría.

Ya en el atardecer, los de Madrid son de los más bonitos que he visto, es una pasada fotografiar su Puerta del sol, centro de culturas, de razas, de vividores de la gran ciudad, de reivindicaciones y quedadas varias que le toman el pulso a la ciudad.

 Sabina decía en su "Pongamos que hablo de Madrid": Que en Madrid siempre quedaba un agujero para él. 
Yo digo que en Madrid  siempre queda un agujero para guardar mis recuerdos y en ellos también estás.