JUEVEANDO CON UNA CARTA

Nos dirige Mª José Moreno que nos pide que escribamos o que nos escriban una carta, ¿estáis dispuestos a que os lleguen nuestras cartas? las podéis recoger aquí

 

 

 

 

QUERIDA  NUBE:

Llevaba tiempo queriendo dejar por escrito algo que conoces bien: Mi agradecimiento
De pequeña cuando oía "esta niña parece que  está en la nubes",
no me gustaba demasiado, siempre asociaba esa frase con la interrupción de esos momentos en los que me encontraba  absorta en mi felicidad de entonces.
Parecía que a los mayores no les gustaba este lugar porque cuando estaba allí, no  era diligente en cumplir lo que se me mandaba, pero... es que bajar de "las nubes" no era tan rápido.
¿Qué era eso de "las nubes"?, me veía saltando de una nube en otra sin tener un sitio donde detenerme, así es que decidí, como bien sabes, elegir una nube, sólo una, que fuera mi lugar secreto donde refugiar mis fantasías y diabluras de niña no demasiado convencional.
Y te elegí a ti ¿o fuiste tú la que me elegiste a mí?
Me estoy viendo en la azotea de casa de mi abuela, tendida en el suelo con las manos metidas bajo la nuca y contemplando el muestrario de nubes que el cielo primaveral me ofrecía.
La selección no fue tarea fácil ¿recuerdas?, había muchas y de muy variadas formas, lo que me hizo distraerme de lo que me había llevado hasta allí y me puse a jugar adivinando sus parecidos con animales u objetos reales. Se me pasó el tiempo volando, lo que me valió una regañina por subir sola a la azotea. Esto retrasó tu elección porque no podía despistarme, al final lo conseguí:
¡Opté por ti!, te posaste  encima de mí y por eso creo que fuiste tú la que me elegiste a mí y no yo a ti.
Eras  preciosa, no muy grande, parecías un paraguas de algodón.
Había muchas nubes iguales que tú ¿como te reconocería?
Tú, para tranquilizarme, te abriste y me enseñaste tu interior Enseguida comprendí que no podía haber otra igual que tú.
Quiero agradecerte que desde aquel instante te hicieras una conmigo y me acogieras tanto en los momentos adolescentes pletóricos de vida, como en las noches juveniles de desasosiego, también en las madrugadas festeras y en aquellas otras en que mis desvelos habían adquirido la categoría de familiares.
Nunca me abandonaste en la soledad que dejan las ausencias irremediables, como tampoco faltaste en las alegrías  de las bienvenidas jubilosas.
¡Gracias! porque  siempre me has brindado  ese espacio algodonoso  y confortable en el que me sitúo cuando quiero alejarme de lo que no me gusta o recrearme en lo que me agrada.
Siempre tú y yo.
Siempre...