JUEVEANDO CON LOS MONÓLOGOS

 Nos dirige esta semana Juan Carlos y se le ha ocurrido que hagamos "un monólogo que puede tener un tono humorístico, reflexivo, poético..." sólo tiene que cumplir el requisito de estar escrito en primera persona.

MONÓLOGO

¡Mira que estoy fea...!

Mejor haría si no me mirase al espejo, pero claro, luego pasa lo que pasa que salgo a la calle con la camiseta del revés y tengo que aguantar esos comentarios  sin intención, pero que joden :

- Qué camiseta más chula y que moderna ¿Dónde te la has comprado?

Y no sé si decirles la verdad: que me la he puesto al revés porque  no tengo un puto nadie que me diga:

-Oye que te has puesto la camiseta al revés.

O seguirle la corriente y decirle que es de una boutique maravillosa que han abierto en el centro.

Porque comprendo que la pregunta es inofensiva, pero a mí misma me  evidencia  que no me hace ni puta gracia mirarme al espejo.

Y eso... tiene su enjundia y es que soy consciente de ¡estar fea de cohones!. 

Habría que hacerle un  monumento al coronavirus por haber conseguido que tengamos que salir a la calle con mascarilla y multa para quien no lo haga. Yo desde luego estaría dispuesta a pagar porque esto continuara así, toda la vida, por supuesto sin que muera gente, ni se trasmita el virus, sino sólo como una secuela de la pandemia, a mí me vendría de perilla, eso de que no se me vea el careto y menos aún con los labios sin pintar, que yo me los pinto, pero de rozarme la mascarilla se me ponen unos churretes , que al quitármela para tomarme una cerveza, tengo que limpiarme la cara en el lavabo y otra vez me encuentro conmigo.

 Joderrrrrrrrrrrrrrrr, yo nunca me he tenido por una mujer guapa, pero de eso a lo que veo ahora... es la debacle. 

El otro día se cruzó conmigo un señor, los setenta ya no los cumplía, y amparándose en la mascarilla me dijo:

- ¡Eres guapa hasta con mascarilla y gafas de sol!

Yo miré por si venía alguien y efectivamente el cachondeo, que no el piropo, iba destinado a mí. Me dieron ganas de ayudarle a cruzar la calle porque el hombre debía estar muy mal de la vista, incluso pensé en retorcerle el brazo  y decirle mientras lo cruzaba de acera:

- Pero so panoli, ¿tú me has visto bien?  Y entonces quitarme la mascarilla y las gafas de sol y mirarlo, a ver qué cara se le ponía. Pero luego lo pensé  bien y desistí de hacerlo por miedo a que le diera un ictus y encima de cargar con mi fealdad, hubiera tenido que cargar con los daños colaterales de ella.

Y ahora viene el razonamiento recurrente:

¿Qué más da si estoy fea? el caso es que estoy viva.