Nos conduce Mª José y ha pensado en un tema muy, pero que muy dulce, si queréis que la boca se os haga agua pasaros por su blog
DULCES NAVIDEÑOS
Era la confitería más antigua de la ciudad, regentada por dos hermanas ancianas cuya única ilusión era abrir el establecimiento cada día, sin importarle, las ventas que podían hacer. La verdad es que no eran muchas porque las familias preferían visitar las grandes superficies donde compraban a la vez todos los alimentos que necesitaban.
Ellas no entendían de marketing, ni de publicidad, sólo ponían todo su esmero en atender a esos clientes desperdigados que llegaban cada día a los que le hacían un interrogatorio exhaustivo sobre el motivo de la compra y después de escucharlos atentamente, una de las hermanas se perdía en la trastienda, mientras la otra envolvía con esmero los dulces, empleando todo el tiempo del mundo e incluso después de empaquetarlos les ponían una cinta para que los pudieran llevar más cómodamente sin que los dulces se estropearan.
En el momento de cobrar salía la otra hermana de la trastienda con el importe de los dulces.
Algunos clientes se exasperaban al aguantar tanta parsimonia y se hacían propósitos de no volver, pero cambiaban de opinión al ver lo que iba escrito con una primorosa letra en el reverso de la nota de compra y que reflejaba en unos versos, algo de la conversación que habían mantenido al elegir los dulces:
"Los roscos de vino
para mi sobrino"
"Ricos mantecados,
para enamorados"
"Cariño,
tómate un pestiño"
"Con Alfajores,
olvida viejos amores"
"Turrón blando para el abuelo,
y turrón duro para el mozuelo"
"Para niños piñonates
y barritas de chocolate"
"Figuras de Mazapán
para el día de navidad"
"Bombones para mamá
y de licor para papá"
En Navidad las colas se hacían interminables y es que el mundo, aún sin saberlo, está necesitado de ternura y poesía.