COMO OS PROMETÍ...

 aquí estoy para contaros un poco de mi noche blanca flamenca, aunque es de las veces en las que presientes que no vas a saber expresar con palabras la carga emocional que recibiste,lo intentaré con todas mis ganas.
Es el cuarto año que se celebra, sólo he asistido a la segunda, porque me encontraba de viaje.

 Así es que este año me reservé la fecha para que nada se interpusiera entre la noche blanca y yo.
Y comencé a preparar nuestro encuentro desde el momento que salió el programa:
 me hice un itinerario de los espectáculos, la hora y el lugar,

para conseguir estar en el mayor número de ellos.

La primera actuación fue en unas Tendillas hasta la bandera, que esperaba que su reloj flamenco dieran las 22'30 para que saliera al escenario  Eva "la Yerbabuena"

 Arte en estado puro, como el que nos tiene acostumbrados.
Las diferentes actuaciones comenzaban de media en media hora en diferentes puntos de la ciudad.
Tenías que elegir para verlas enteras u optar por darte una vuelta por todas ellas, viendo un poco de todo.
A las 23h. actuaron India Martinez y  Niña Pastori, mestizaje a tope, en una Avenida de la República Argentina en la que ya no podía caber más gente, ¡y mira que es ancha!

La noche seguía avanzando y la magia paseaba su arte por todas los rincones de la ciudad, aunque en algunos se recreaba más que otros, como sucedió en la Puerta del Puente Romano a las 5,30 de la mañana

con "Vámonos pá Cuba", fin de fiesta que hasta la Luna bajo a disfrutarlo.
 O en el Patio de los Naranjos, abarrotado de gente y en el silencio más absoluto, mientras los acordes de la guitarra de José Antonio Rodriguez

 lo inundaban todo ante la majestuosa presencia de la Torre de la Mezquita que escuchaba embelesada.

y  a eso de las dos de la madrugada se desató el embrujo en el Teatro de la Axerquía con
Miguel Poveda

que lo entregó todo en  los distintos palos flamencos

Se sentía a gusto y se notaba: se arrancó a bailar en varias ocasiones, pero fue impagable el baile de esa matrona gitana que bailó las alegrías como nadie acompañada por el propio Miguel.

(Fijaros en Miguel, se  le nota el verdadero esfuerzo que  está haciendo por mantenerse en la silla)

  Por fín se arranca a bailar mientras canta...  cuando ese milagro ocurre, al público se le coge un pellizco en el estómago que te eriza la piel y es  difícil  de olvidar.
Es lo que yo llamo "flamenco en vena"

Miguel lo dio todo: con  orquesta cantando copla,

con su grupo homenajeando a Morente y Camarón,

él solo, con su voz clara y susurrante, con su "quejío" inconfundible, con su ARTE.

No sé si he sido capaz de describir lo que sucedió anoche en la Axerquía, de dos a cinco de la mañana: poner la emoción a flor de piel al sentir ese "pellizco" en las entrañas que sólo saben provocar "los grandes".
  Miguel es uno de ellos, que no escatimó en darlo todo, aún después de despedir a la orquesta y a su grupo, porque se encontraba a gusto, como si estuviera en una reunión de amigos, de tres mil amigos que por unas horas nos convertimos en "los cabales", que se dice en el argot flamenco.
Gracias Miguel, nunca olvidaré esta madrugá flamenca, en la que cada persona se sintió como si le estuvieses cantando a ella.