Lucía ha buscado un tema al que me enfrento con añoranza: Los juegos de nuestra infancia en plena calle, un tema muy adecuado para estas fechas, si queréis leernos estaremos aquí, en casa de Verónica porque a Lucía le ha surgido un contratiempo, para el que desde aquí le deseo suerte y que todo se le resuelva como ella desea.
Un beso grande.
Un beso grande.
LA CALLE DEL ABUELO
El niño no se creía lo que su abuelo le contaba, pensaba que era uno de los muchos cuentos con los que le amenizaba el tiempo que él tardaba en comerse aquellas lentejas que tanto odiaba.
- Abuelo pero eso que me estás contando ¿es verdad o te lo estás inventando?.
- ¡Claro que es verdad! la calle era nuestro mejor jardín aunque no tuviera ni flores, ni árboles, ni columpios, sólo el asfalto.
Él nos ofrecía su negrura grisácea a todos los chiquillos que vivíamos a uno y otro lado de la calle. Servía para jugar a la pelota, a policías y ladrones, para montar en bici lo mismo que para que las niñas jugaran a las muñecas o al tejo. Allí conocí a tu abuela.
- ¿Síííííííí... abuelo?
- Sí, al principio los niños y las niñas teníamos juegos diferentes, pero a medida que íbamos creciendo preferíamos estar juntos formando pandillas hablando de la escuela , de las cosas del barrio o de los tebeos que leíamos y poco a poco nos íbamos emparejando con la chica que más nos gustaba. De aquellas parejas que se formaron, sólo quedamos tu abuela y yo.
- ¡Anda...! pero ¿eráis novios tan pequeños?
- No sólo paseábamos calle arriba, calle abajo comiendo pipas o nos sentábamos en las aceras o en los escalones de las casas, a jugar a las prendas y a través de ellas nos decíamos que nos gustábamos, incluso nos dimos algún que otro beso en la mejilla...
- Abuelo, ¿qué es ese juego de las prendas?
Y el abuelo empezaba a explicar con todo lujo de detalles en qué consistía lo de las prendas, a la vez que se le encendía una luz en los ojos que delataba la añoranza de aquellos tiempos cuando empezaba a dejar de ser niño y pensaba que toda su vida había transcurrido en el mismo escenario: en su calle.
También ahora se le encendía la misma luz en la mirada al recordar cuando le contaba estas historias a su nieto, pero el escenario había cambiado, ahora estaba sentado en el jardín del Asilo que a pesar de estar lleno de flores y de sol, lo cambiaría por aquella calle sombría pero llena de la alegría que da escuchar jugar a los chiquillos. Sólo tiene ilusión porque llegue a verlo su nieto y poderle preguntar...
- Pero eso que me estás contando ¿es verdad o te lo estás inventando para hacer que me coma estas malditas lentejas?
- Que sí, abuelo, que es verdad, que tu calle ya no es la que era:
hay muchos coches aparcados y tanto tráfico que a mi niña no la dejamos que cruce sola la calle.
Estás mucho mejor aquí.
Emotivo, y nostálgico. La calle era la continuación de la casa, casa al ras de la vereda y de puertas sin llave...allá lejos y hace tiempo.
ResponderEliminarMe quedo con el sabor dulce de saber que hay algo que no se pierde, y es la relación nieto-abuelo. La cercanía entre los dos extremos, a veces hasta se acorta. Muchos cariños, Tracy.
Dos calificativos que me gustan para mi relato. Gracias.
EliminarLos niños de hoy no saben lo que se han perdido...
ResponderEliminarEn fin...
Besos.
Como no lo han conocido, no lo echan de menos.
EliminarCon ese giro final nos has sorprendido, la vida es una noria y en la calle se prende mucho de ella. Un abrazo
ResponderEliminarUna noria? ¿no era una tómbola?
EliminarOtros tiempos, otras costubres. No siempre los "adelantos" son mejores.
ResponderEliminarSalu2 callejeros.
Todo es cuestión de los tiempos.
EliminarTriste consuelo para aquel viejo al que ni su nieto creia. Lo que tenia muy claro el chiquillo es que su abuelo estaba mejor en el asilo. Se sabia bién la lección.
ResponderEliminar¡Qué pena!
Eliminar¡Vaya! Impensable que los niños juegen en la calle hoy en día. Incluso la calle donde me crié en el pueblo ha cambiado totalmente.
ResponderEliminarRecuerdo perfectamente jugar en las eras, salir a la calle y ver el campo... ahora sales a la calle y sólo ves casas, casas grandes, a las afueras del pueblo. Mientras que las calles del centro están deshabitadas y cayéndose los techos. Bueno, que voy de tema. Bonito relato.
Besos
Todo ha cambiado mucho, impensable en tan poco tiempo.
EliminarMuy bonita tu nueva fota de portada... me olvidé decirte.
ResponderEliminarMe alegra que te guste el algodón, a mí me chifla.
EliminarEste bello relato, con la alegre añoranza de nuestros perdidos juegos de la niñez, no deja de hacerme sentir un cierto regusto de tristeza en su final.
ResponderEliminarDe cualquier manera, enhorabuena.
Besos.
Lo siento Juan, si lo llego a intuir, cambio el final. No quiero verte triste.
EliminarEs tan tristemente cierto lo mucho que ha cambiado todo y no en tanto tiempo como parece!
ResponderEliminarMe vengo a la memoria con mis trenzas saltando a la comba...
Chino les parece esto.
En fin...
Besos.
Yo también tenía trenzas, ni me acordaba.
EliminarTracy, escribes con soltura, frescura y eres muy amena, amiga...Da gusto leerte. También yo jugaba en la calle, que nos esperaba a todos los niños con sus brazos abiertos...Hoy los niños juegan por las calles de la tecnología, perdidos en el mundo virtual.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño, amiga.
M.Jesús
Cada calle tiene su encanto y no pueden añorar lo que no conocieron.
EliminarClaro, la calle era todo para niños y mayores, ahí se socializaba desde niño, se hacían amistades y enemistades, pero en fin, es muy difícil de entender para el urbanita de hoy, para todos lo mejor y mas rentable es resolver los problemas de hoy, la delincuencia, la inseguridad, el peligro que corren los niños e incluso los adultos de ser abusados, la contaminación de todo tipo, la invasión y apoderamiento de todos los espacios por los coches, la falta de parques, en fin, seria agotador enumerarlo todo, por eso tantos privilegiados hemos tomado la decisión desde hace años de venirnos a pasar la recta final de nuestra vida, al campo...
ResponderEliminarSalud y besitos
Buena visión del tema propuesto.
EliminarCon el paso del tiempo, la historia vuelve a sus inicios y los personajes se aferran a lo que más quieren sin dejar de lado su derecho a la añoranza. Muy emotivo tu texto, me has emocionado.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Me alegro que te haya gustado Neo.
EliminarMuy bonito!
ResponderEliminarMis mejores deseos para el año que comenzamos!
Un abrazo.
Lo mismo te deseo para este año que comienza
EliminarMe ha encantado tu relato. Muy bien narrado y emotivo. Se cambiaron las tornas con el paso del tiempo. Me entristece que los abuelos tengan que estar en asilos pero la vida es como es. Yo disfruté de los míos en casa hasta el final y así lo están viviendo mis hijos y espero que mis nietos. Siempre que se pueda hay que disfrutar de los abuelos al máximo.
ResponderEliminarUn beso.
Esa debería ser la tónica general de todas las familias, espero que la sociedad tome tu ejemplo.
EliminarEn este sentido hemos salido perjudicados, aunque la memoria selecciona lo bueno y olvida lo malo que son los niños descalzos por la nieve y los pies negros de roña en aquellas calles de mi pueblo, según cuentan.
ResponderEliminarAlgo se gana, algo se pierde a cambio.
Trabajemos a fondo para que la historia no se repita.
Gracias, Tracy, por esta historia tan entrañable y tan cierta.
De pronto me han entrado ganas de jugar a las prendas. Qué divertido era.
Llevas razón en lo que dices, que con el tiempo se olvidan las cosas menos buenas.
EliminarCuando quieras jugamos a las prendas, jejejeje
De niño fútbol en la calle
ResponderEliminarde adolescente, el grupo, los amigos del barrio, eramos los dueños de la calle
Después los zaguanes oscuros, los besos furtivos y las serenatas
No sigas... no sigas.
EliminarLos Espacios cambian con el Tiempo!!
ResponderEliminarBesos!
... Y mucho.
EliminarQué ternura...los abuelos...
ResponderEliminarAhora prácticamente no hay niños jugando en las calles,eso tan bonito se ha perdido.
Besos.
Pero juegan por el espacio cibernético.
EliminarSí, Tracy, qué bien lo pasábamos, jugábamos mucho, a todo, recuerdo saltar a la comba, el esconderite, niños y niñas, y tantos otros ...
ResponderEliminarUna pena que los niños de ahora no lo puedan disfrutar, era una verdadera escuela.
Muy bueno el relato, el final me parece triste.
La nueva cabecera me gusta mucho.
Un beso muy fuerte.
Es verdad que el final es triste, pero es real, desgraciadamente.
EliminarBellas evocaciones de una infancia vivida con una mayor libertad, realmente precioso tu relato, con ese niño que no sabe si creer. Besos.
ResponderEliminarAhora esa libertad es imposible conseguir ¡ pues está buens la calle!
EliminarHermosos tiempos cuando se podía jugar en la calle. Yo en la mía pintaba con tiza una raya y jugaba al tenis!
ResponderEliminarDe todos modos me ha dado pena el final, ese abuelo aparcado en el asilo, no sé, me djo un sabor amargo.
Un beso, Tracy.
Es la vida que estamos creando.
EliminarBesos
Un texto lleno de añoranza. Hoy los chicos y chicas no salen a jugar libres, hoy estan encerrados y con las tecnologias para sustituir esos juegos de entoces,
ResponderEliminarUn abrazo.
La calle no está para salir en libertad a esas edades.
EliminarLas vueltas que da la vida...que no es un juego precisamente esa soledad del asilo y esa noria de recuerdos para jugar a no estar ni sentirse solo....uffff será que hoy estoy sensible.
ResponderEliminarBesos
Ha dado en el clavo, se vivía con más libertad, sin miedos...
ResponderEliminarQue triste es no poder adaptarse a un mundo que ha cambiado, que seguirá cambiando, terminar en un asilo. Aunque las visitas atenuan eso, más con esa complicidad con el nieto.
ResponderEliminarBien contado
Así de triste es la vida actualmente.
EliminarQué bonita época aquella! como dices más arriba se vivía con libertad y sin miedo.
ResponderEliminarBesos
Así es.
EliminarQue tristeza...luego de haber tenido un paraíso de juegos, terminar en un asilo... y no digo que esos lugares sean malos...pero, uno debería terminar todo como empezó...al menos, no le han robado sus recuerdos...beosss
ResponderEliminarEs muy triste.
EliminarLo tejiste perfecto. Pobrecitos los niños, ya no conocen esa libertad de los de antaño. Se pierden de la más grande fortaleza que sostiene de adultos (echar ese vistazo a la pandilla cuando todo era brincos, alegría, camaraderia) se creo un mundo de individuales en cautiverio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Sara por tu comentario.
EliminarUn beso.
Muy triste la vejez, y en la residencia más. Entonces, los recuerdos y nostalgias es lo único que queda.
ResponderEliminarUn abrazo
Has hecho un precioso recorrido lleno de nostalgia por toda una época! Te felicito, me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso
Una residencia geriátrica, un asilo, no es el mejor escenario para disfrutar de los nietos. Es el triste destino al que nos aboca la sucesiva deshumanización. Le quedan los recuerdos pero son una escasa renta para afrontar la vejez.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
¡Qué relato tan bello! y tan triste a la vez...ese final en el que se le dice que está mejor ahí...con todo lo que ello implica, estar mejor en la residencia que en casa de uno, que en su calle...
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