Pikxi se encarga esta semana de conducirnos con un tema.... que... ¡vaya temita!.
Si queréis alimentar vuestro yuyu, pinchad aquí
Jacinto era un hombre con un sentido del humor envidiable y a pesar de que vivía solo, siempre estaba alegre y sacándole punta a todos los reveses que la vida le fue presentando a lo largo de sus años que eran muchos, nadie los sabía pero los cien , a juzgar por las batallitas que contaba, ya no los cumplía.
Sus tres hijos creían que de un momento a otro tendría que producirse el fatal desenlace y no por enfermedad, ya que estaba más sano que una pera sana.
Poco a poco entre ellos iba creciendo la ansiedad por heredar lo poco o mucho que les correspondiera y se iban poniendo nerviosos de ver que al paso que iba su padre, él los enterraría a los tres. Hacían cábalas... aunque la pensión era muy baja, mucho más bajos eran los gastos que el pobre Jacinto tenía: vivía en compañía de un gato y un canario, llevaba una vida monacal, no salía a la calle y se enteraba de lo que pasaba en el mundo por su viejo transistor, tamaño XXL, al que de vez en cuando había que cambiarle las pilas, ese era uno de los gastos fijos de su presupuesto porque la limpieza de su casa y el arreglo de la comida se lo proporcionaban los Servicios Sociales del Ayuntamiento.
Jacinto se reía al imaginar las caras que pondrían hijos, nueras y nietos, algunos ya casados, cuando Don José, el Notario, los reuniera para leerles el testamento que tenía hecho y del que nadie sabía de su existencia. Todas las noches, ya en la cama, Jacinto repasaba lo que había puesto en él:
Lo primero que les dejaba a los tres hijos, a partes iguales, era su sentido del humor, porque era lo que más necesitaban, y rogaba al notario que antes de seguir leyendo las siguientes cláusulas del documento, todos se tenían que reír, era condición "sine qua nom" para seguir leyendo el testamento.
- Jajajajaja - Jacinto de imaginarlos se reía estentóreamente.
Después de cumplir este requisito, seguiría la lectura en la que se decía que el gato Micifuz se lo dejaba a su hijo mayor, viudo, y aunque sabía que no le gustaban nada los animales, sería una gran compañía, como lo fue para él.
Sus tres hijos creían que de un momento a otro tendría que producirse el fatal desenlace y no por enfermedad, ya que estaba más sano que una pera sana.
Poco a poco entre ellos iba creciendo la ansiedad por heredar lo poco o mucho que les correspondiera y se iban poniendo nerviosos de ver que al paso que iba su padre, él los enterraría a los tres. Hacían cábalas... aunque la pensión era muy baja, mucho más bajos eran los gastos que el pobre Jacinto tenía: vivía en compañía de un gato y un canario, llevaba una vida monacal, no salía a la calle y se enteraba de lo que pasaba en el mundo por su viejo transistor, tamaño XXL, al que de vez en cuando había que cambiarle las pilas, ese era uno de los gastos fijos de su presupuesto porque la limpieza de su casa y el arreglo de la comida se lo proporcionaban los Servicios Sociales del Ayuntamiento.
Jacinto se reía al imaginar las caras que pondrían hijos, nueras y nietos, algunos ya casados, cuando Don José, el Notario, los reuniera para leerles el testamento que tenía hecho y del que nadie sabía de su existencia. Todas las noches, ya en la cama, Jacinto repasaba lo que había puesto en él:
Lo primero que les dejaba a los tres hijos, a partes iguales, era su sentido del humor, porque era lo que más necesitaban, y rogaba al notario que antes de seguir leyendo las siguientes cláusulas del documento, todos se tenían que reír, era condición "sine qua nom" para seguir leyendo el testamento.
- Jajajajaja - Jacinto de imaginarlos se reía estentóreamente.
Después de cumplir este requisito, seguiría la lectura en la que se decía que el gato Micifuz se lo dejaba a su hijo mayor, viudo, y aunque sabía que no le gustaban nada los animales, sería una gran compañía, como lo fue para él.
- Jajajajajaja - se reía imaginando la cara que pondría.
El canario se lo dejaba al hijo mediano, aunque odiaba a los pájaros le serviría para que sus trinos taparan la berborrea de su mujer.
- Jajajajaja ¡Anda que mi nuera! Jajajajaja
Y por último, pensó Jacinto, cuando todos crean que el hermano menor será el destinatario de la casa y lo miren verdes de envidia, el Notario descubrirá que es el destinatario del trasistor, para que pueda oír los partidos de fútbol que es lo único que le interesa.
- Jajajajajajajaja
Por último cuando todos se pregunten por la casa, el Notario leería que se la dejaba al Ayuntamiento junto al dinerito en metálico que había ahorrado, para que se hiciera una casa para Los Mayores que estaban solos como él lo había estado.
Y con la sonrisa en los labios se dormía plácidamente, noche tras noche, esperando que llegara su hora, la hora de reírse de aquellos que lo habían ignorado año tras año.
El canario se lo dejaba al hijo mediano, aunque odiaba a los pájaros le serviría para que sus trinos taparan la berborrea de su mujer.
- Jajajajaja ¡Anda que mi nuera! Jajajajaja
Y por último, pensó Jacinto, cuando todos crean que el hermano menor será el destinatario de la casa y lo miren verdes de envidia, el Notario descubrirá que es el destinatario del trasistor, para que pueda oír los partidos de fútbol que es lo único que le interesa.
- Jajajajajajajaja
Por último cuando todos se pregunten por la casa, el Notario leería que se la dejaba al Ayuntamiento junto al dinerito en metálico que había ahorrado, para que se hiciera una casa para Los Mayores que estaban solos como él lo había estado.
Y con la sonrisa en los labios se dormía plácidamente, noche tras noche, esperando que llegara su hora, la hora de reírse de aquellos que lo habían ignorado año tras año.
Yo me he reído, así que seguro que de la herencia me puedo llevar una de las carcajadas de Jacinto. Si hubiera topado con el le daría un abrazo de aprobación. Te lo doy a ti por original y maja
ResponderEliminarLa mayor herencia que les quiso dejar fue el sentido del humor, aunque me temo que en esta vida, quien nace lechón muere cochino.
Eliminar¡Tracy, un relato fantástico!!!
ResponderEliminarMe ha encantado, de verdad.
te felicito.
Un abrazo
Me alegro mucho.
EliminarUn beso
Magnifico Jacinto. Su soledad le había permitido conocer a sus hijos y recetarles la amarga, pero real, medicina que necesitaban.
ResponderEliminarComo siempre ese toque de humor que hace que se reconozcan tus escritos.
Un beso.
El humor que no falte incluso para darles de su propia medicina.
EliminarUn abrazo
Muy, muy bueno, Tracy...Sentido del humor y buenas letras.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo, amiga.
Lo mejor es que de este relato es la herencia de humor que le deja a sus hijos.
EliminarUauuu , que bonita historia , muy bien por el ancianito si en vida no tuvo la compañía de sus hijos y el amor que necesitaba , bien hecho dejar la casa para esos abuelos que están solos.Y ese sentido de humor jajajajja muy bueno .
ResponderEliminarUn abrazo .
UN ACTO DE GENEROSIDAD POR SU PARTE
Eliminarjajajajaj Y lo hago de forma espontánea, nadie me lo ha impuesto condición. Cómo me gustaría ser pajarito, gato o liebre este jueves, son los que más han heredado, jajajaja.
ResponderEliminarMe he divertido, y lo aprecio, porque eso alarga la vida, con lo que me parece que este buen señor será eterno.
un fuerte abrazo Tracy
jAJAJAJA MUY BUENO ESO DE QUE TE RÍAS SIN NECESIDAD DE QUE TE LO MANDE EL NOTARIO. jAJAJAJA
EliminarAcertada decision.
ResponderEliminarBesos.
¿A que sí?
EliminarHola Tracy: Justa distrubución de una herencia, que al mismo tiempo es una lección de vida. Me sorprendo de la clarividencia del anciano Chapeau!!! Un beso
ResponderEliminarTambién creo yo eso que dices que es una lección de vida.
EliminarUn beso.
Jajaja, bonita manera de educar a los hijos
ResponderEliminarBesos
Jajajajaja
EliminarNo sé si ahora mismo es legal desheredar del todo a los hijos,pero en este caso sería perfecto...
ResponderEliminarBesos.
Creo que no es legal desheredar a los hijos, pero estos hijos se lo merecían, jajajaja
EliminarMuy buena lección.
ResponderEliminarAcertada.
Un beso muy fuerte, Tracy.
Otro beso para ti también.
EliminarUna magnífica herencia para aquellos ingratos. jajaja.
ResponderEliminarSaludos Tracy.
Qué bien verte por aquí Pluma.
EliminarUn beso.
Todo el mundo necesita sonreír alguna vez.
ResponderEliminarBesos.
Es muy saludable, aunque sea por orden de un notario.
Eliminar¡Viva Jacinto! Educando hasta al final...
ResponderEliminarUn saludo coleguita
¡¡¡VIVA!!!!
EliminarBuen reparto. A cada cual lo que merece. Un anciano con las ideas claras.
ResponderEliminarUn beso.
Desde luego la mente la tenía muy lúcida.
EliminarSeguro que siempre le recordarán.
ResponderEliminarHe vuelto.
Pórtate bien.
:P
Besos.
Me alegro de tu vuelta un montonazo.
Eliminar;)
Besos.
Ay, amiga Tracy, esa historia que parece un cuento, tiene más realidad que el canto del gallo de madrugada. Yo les llamo los Transparentes, muchos de ellos aún son mis amigos.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte
Ese nombre está muy bien puesto.
EliminarMuy justo.
ResponderEliminarBesos!
... equitativo y saludable, jejejeje
EliminarSiguen las historias de venganzas, la semana pasada fue con la comida, esta con los legados. Es el segundo relato con venganza postuma. Tan bien escrito como el tuyo. Las musas están atentas a los jueveros.
ResponderEliminarSaludos.
¡Habrá tantas venganzas de verdad en las herencias verdaderas...!
EliminarQue cabroncete el viejo, como disfrutaba todos los dias...jajaja
ResponderEliminarBesos y salud
Se regodeaba cada día y se lo llevaba disfrutado al otro barrio.
Eliminar>:) a mi también se me ha puesto una sonrisa malévola en la cara de imaginarmelo. Creo que les dió más que esas tres cosas a sus hijos, les dejó una lección de vida.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar tan sonrientemente.
Un saludo.
Pues sí, pero no creo que supieran aprender esa lección de vida.
EliminarMuy amena la histori Tracy, cuando dijo que al hijo mayor le dejaba su buen humor ya comencé a sonreír, y al resto le dió lo que cada uno merecía por la compañía y atención que le habían brindado. Todos con las fauces abiertas esperando la herencia.
ResponderEliminarUn cordial saludo para ti.
... como lobos hambrientos.
Eliminar¡Hola! ¡Qué divertido relato! Triste es cuando los padres le dan todo a sus hijos y no le agradecen nada. Me parece muy buena su herencia, aunque yo no le dejaría el canario y el gato a los chicos que no le agradan, los pobres animalitos sufren mucho >.<
ResponderEliminarDisfruté mucho de tu relato.
¡Un abrazo!
Me alegro que lo pasaras bien leyendo el relato. De eso es de lo que se trata.
EliminarJajaja. Me has hecho reír mucho. Me encantó. Gracias, bonita.
ResponderEliminar¡Qué bien que te rieras! eso es de las cosas más importantes de la vida.
EliminarVes, olvidé enviarte un beso
ResponderEliminar¡Muack!
Otro beso gordo para ti.
EliminarPues si....les deja a cada uno lo que realmente necesita , que mejor legado que ese, como siempre eres unica! Muy divertido, besos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario siempre.
ResponderEliminarUn besazo
Eso es un testamento y lo demás tonterias.Al Cesar lo que es del Cesar, mejor no podía dejarlos.
ResponderEliminarBesos.
Los dejó..
Eliminar¡OLE!
Pues algunos merecerían algo así por su comportamiento, vaya si lo merecen.
ResponderEliminarUn abrazo
Hay gente pa tó y estos se encontraron con lo que se merecían.
EliminarLa venganza es un plato que se come frío... dícen. Y Jacinto tuvo tiempo para pensárselo y hasta disfrutarla.
ResponderEliminarBesos, linda.
Sí eso creo yo, jajajaja
Eliminarjajajajjajajajja bravo por Jacinto..que me lego tambien unas risas a mi..besossss
ResponderEliminarPues mira te legó lo mejor y lo que hace más falta en esta vida que nos ha tocado vivir.
EliminarEso es justicia de la de verdad.
ResponderEliminarMuy bueno.
Se la tomó por su mano.
EliminarUn abrazo.
Quien ríe último, ríe más y mejor.
ResponderEliminarAquí sucede eso, jejejeje
Eliminar