JUEVEANDO CON BODAS ATÍPICAS

 Molí nos invita a que vayamos de boda, pero no a una boda cualquiera , sino a una boda fuera de lo normal, así es que poneros vuestras mejores galas y presentaros Aquí a ver qué resulta.

UNA BODA, UN TANTO,  ESPECIAL

Mi amiga Chari tenía una perrita que no recuerdo de qué raza era, (si se entera de esto me mata) pero desde luego tenía Certificado  de pedigrí emitido por la real Sociedad Canina Española. 

Parece que la estoy viendo: monísima, pizpireta, cariñosa, alegre, juguetona, siempre dispuesta a agradar a quien se le acercara, en fin... un encanto. No me estoy refiriendo a Chari, sino a su perra  Geisha, a quien le había puesto este nombre precisamente por las cualidades que adornaban al animal desde su ilustre cuna:

Geisha, con hache intercalada al más puro estilo japonés.

  Y que no se le ocurriera a nadie quitarle esa hache, porque Chari se ponía peor que la Madre Petra de mi infancia cuando ponías "haber" sin hache y con uve.

Bueno, pues cuando Geisha estuvo en edad de merecer, no  os podéis imaginar el problema que era salir a la calle con ella y la cohorte de admiradores que llevaba detrás, con el consiguiente cabreo de Chari, que no le gustaba ningún noviete para su perra. Yo le decía  que se parecía a  Dª Sofía cuando no le gustaba ninguna novia para Felipe.

Un día nos llamó muy contenta porque había encontrado a un macho que le gustaba para que Geisha tuviera perrillos con él y que había concertado la cita (¡ojo!, salón de su casa, cinco de la tarde, Mayo, con el calorín que hace en Córdoba... ¡casi na!)

Y no quedaba ahí la cosa, nos invitaba a los amigos, a ir vestidos "de boda", a tomar una copa, en el comedor y cocina de sus casa mientras "los niños" se apareaban en el salón.

 (Cachonda mi amiga, ¿no?) 

Llegó el día D y antes de que llegara la hora H, llegamos los invitados todos guapísimos. 

El apareamiento de Geisha era muy importante para nuestra amiga y no le podíamos fallar aunque el reírnos nos reíamos a mandíbula batiente y a coro con ella, sobre todo cuando nos enseñó el salón: el aire acondicionado puesto, una penumbra  muy apetecible, con los sillones pegados a la pared y cubiertos con sábanas para que retozaron a gusto en el espacio que quedaba en el centro y una música que hasta a nosotros nos daban ganas de aparearnos.

 ¡Qué cachondeo!

Cuando vino el dueño del "novio", se le hizo pasar para que él mismo lo dejara en el salón, se cerraron las puertas y mientras nosotros pendientes de los ruidos que salían de la cámara nupcial nos lo pasábamos de muerte.

El final fue de traca:  Geisha no se dejó pillar y después de dejar el salón hecho una pena, la perra quedó preñada por un chavalote de la calle con el consiguiente disgusto para mi amiga, pero que enseguida se repuso, al encariñarse con las crías y tener que buscarle casas de confianza para que las adoptaran.

En vista del  apareo desastroso de Geisha, al evento de búsqueda de padres adoptivos para sus crías, no fuimos invitados los amigos.