Leonor nos cita con este tema que seguro a tod@s nos hará recordar cosas entrañables o no, lo podéis averiguar aquí
OLORES Y SABORES DE LA INFANCIA
Dicen que el sentido con más memoria es el del olfato y es verdad, cada vez que huelo a un cocido de los de antes, me vienen a la memoria tantos recuerdos...
La cocina de casa de mi abuela era grande, con mis ojos de niña la contemplaba como la habitación más bonita de la casa, quizás porque nunca se encontraba sola, tenía un ir y venir que ahora, desde la atalaya de la edad, casi la comparo con la plaza del pueblo, era foro de conversaciones, el único lugar de la casa en la que bullía la vida y a la que no tenía vedada la entrada porque siempre había alguien en ella: los desayunos con su olor a pan tostado en la lumbre, se empalmaban con la llegada del cesto de la compra, aquel que tenía dos tapas por las que asomaban las acelgas y que me ponían de mal humor sólo verlas.
Recuerdo que el sacar la compra llevaba a esa conversación recurrente de lo que se iba a poner de comer a mediodía y a la noche.
Inmediatamente seguía la preparación de la comida en una enorme mesa de madera rústica, con un gran cajón donde se guardaba el pan y al que yo iba y venía cuando el hambre se hacía notar "abuela sólo un trocito" y me lo daba no sin antes decir "te vas a quitar la gana de comer...." A continuación me iba al pico de la mesa, en el que tenía asignada una banqueta, donde no estorbaba, para llevar a cabo mi cometido: pelar los ajos. Ahora me pregunto ¿todo llevaría ajos? ¿o es que me los daban para tenerme entretenida?, después de pelarlos venía el majarlos con perejil que cogía de una maceta, y la sal que, previamente a echarla en el mortero, tenía que enseñarla, no se me fuera ir la mano. La tarea del majado duraba bastante, a mi abuela y a mi madre les parecía que nunca estaba bien triturado
Por fin se ponía el cocido. Me gustaba su olor desde sus primeros hervores y me envolvía en sus vahos, como si del más rico elixir se tratara, la casa quedaba impregnada de ellos desde que se entraba por el portal.
Mientras se hacía esta suculenta olla, cuya elaboración duraba toda la mañana, se aprovechaba para lavar: en la misma cocina, al lado de los fregaderos que parecían de mármol blanco, estaba la pila que era negra de piedra brillante y en la que se echaba la ropa mientras lo olla hervía a fuego lento.
A esa pila mudaba yo mi banqueta porque me encantaba meter las manos hasta el codo y chapotear, poniéndome perdida y llevándome la consabida regañina y la amenaza de no volver a pisar la cocina, amenaza que surtía su efecto.
Aún quedaba el ritual de la ensalada, recuerdo el olor a pepino recién partido y a mi madre poniéndome una tira de su mondadura, sobre mi frente y sobre la de ella, porque decía que refrescaba mucho.
Hoy día se la pongo yo a mis nietos, lo que no le puedo poner son esos platos suculentos del cocido de antes porque dicen que son demasiado potentes para los tiempos que corren en los que todo lo que comemos debe ser "light"
Ellos se lo pierden porque lo "light" no tiene olor y no guarda recuerdos.
De mi infancia, recuerdo dos olores que hace tiempo no he vuelto a oler, el de una manzana y el de un tomate, lo busco en lo ecológico, pero nada, no lo encuentro.
ResponderEliminarSaludos.
De eso te puedes ir olvidando ya.
EliminarPodría decir algo similar, apoyado en esos recuerdos que tienen tanto que ver con el olfato. Ahora, la cocina ha dejado de ser grande y el foco donde encontrarse con el resto de la familia.
ResponderEliminarBesos.
Sí, parece que estuviéramos hablando de la Edad Media y sólo fue antes de ayer.
EliminarUn abrazo encantado de verte por aquí.
Preciosos recuerdos Tracy, qué verdad es que ellos se lo pierden. Nuestros recuerdos son muy valiosos y yo como abuela intento dejar huellas en mis nietos pero no sé si lo estaré consiguiendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso mismo hago yo, pero tampoco tengo la seguridad de estarlo consiguiendo, esperemos que sí.
EliminarUn beso.
Yo también pasaba mucho tiempo en la cocina de mi abuela.
ResponderEliminarMe encantaba estar allí con ella...aysssss
Y sus guisos...
Besos nostálgicos.
Parece que lo de los guisos de la abuela , no es sólo un slogan para traer clientes a los restaurantes actuales.
EliminarBesazo.
Recuerdos parecidos, la cocina de mi abuela era mas pequeña, tenia al lado una sala con una mesa sobre la que había frutas y huevos duros y muchas veces bandejas con dulces que se estaban enfriando antes de meterlos en tarros de cristal. Cocino poco pero mi cocido huele como el de antes y casi sabe igual. Abrazos
ResponderEliminarPues a ver si me invitas alguna vez porque yo soy la primera que lo hago deslavazao, ni es chicha, ni limoná.
Eliminar¡Ummmmm! Qué bien huele en esa cocina... mejor sabrá.
ResponderEliminarFelicidades por tu relato.
Un cocido como debe ser
Besos
Gracias por tus palabras.
EliminarResulta tu entrada muy entrañable, me has hecho reír . tengo un huerto y mis nietos me dicen por favor abuelo, pimientitos si, tomates sí; pero¡Por Dios no le trigas acelgas a los papás.
ResponderEliminarMe has llenado de nostalgia y has hecho revivir en mi los oleres de aquella cocina bilbaina (de hierro)
Besos
André
Jajajaja, no te preocupes que cuando sean mayores las comerán, como yo las como ahora.
EliminarUn beso.
el aroma a comida a pan dulce de fiestas me llego a la memoria
ResponderEliminardulce texto
Si lo disfrutaste, me alegro.
EliminarOlores inolvidables.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya te digo, fíjate de un olor todo lo que he sacado.
EliminarLa cocina y el lavadero, dos centros donde había siempre diversión y olores emocionantes para los niños que fuimos, eh, Tracy.
ResponderEliminarMis recuerdos siempre empiezan por un olor.
He disfrutado mucho con este relato nostálgico, tan visual y oloroso.
Ahora la comida apenas huele, porque ya no se hacen esos guisos que cocían a fuego lento horas.
Me pregunto ¿qué olores van a recordar nuestros nietos? Mi nieta pequeña dice "huele a yaya" a mi colonia. Ella quiere que le ponga un poquito para oler a yaya.
Aunque también triunfan los sabores, nada para ella como los macarrones de la yaya.
Un beso,
La cocina el centro neurálgico de una casa, quiero pensar que lo sigue siendo.
EliminarEso es, los niños no recordaran historias tan bellas como la tuya, con tanto light...
ResponderEliminarQuizás recuerden la emoción de abrir una lata y lo mismo eso en la mente de un niño es una fantasía. ¿quién sabe?
Eliminar!Que lastima que vayan desapareciendo las abuelas y no solo se acaben esos recuerdos, sino que se acabe una manera de vida, seguro que mas trabajosa, pero menos participativa y entrañable!.
ResponderEliminarLo que es seguro es que una casa no huele igual con la comida hecha en puchero de barro que con la Thermo Mix.
Un beso.
Jajaja no hombre, las abuelas no desaparecerán, afortunadamente, jajajaja
EliminarTe juro que me has hecho oler los aromas de esa cocina, nada que ver con las de ahora, minúsculas e incómodas, yo tengo cocina-comedor-salón, solo separados por una barra que hace de mesa y cuando cocino sirve para preparar las cosas, que yo siempore he necesitado mucho espacio, pero no podria conseguir esos olores de ninguna manera, soy mal cocinero, pero no por nada, no me gusta cocinar, me pongo muy nervioso, debe de ser porque casi nunca lo he tenido que hacer, sin embargo siempre me he alimentado bastante bien, pero no me saques de la cocina de supervivencia, que no valgo para nada... :)
ResponderEliminarBesos y salud
No me lo jures, si tú me lo dices, me lo creo.
EliminarNo te pongas tan inútil que no te voy a decir que me invites a comer, jejejejeje
Y si, tienen razón. Yo cada vez que mis amigas me ofrecen una taza atole de arroz pienso en mi abuela y me siento como en casa.
ResponderEliminarUn beso.
http://casaamantera.blogspot.com/
¿Qué e atole?
EliminarEncantada de que hayas venido por aquí, siéntete como en casa.
Un abrazo.
Mi abuela me crió y parte de mi niñez la pase en la cocina aprendiendo a escribir.
ResponderEliminarBesos
¡Vive Dios! ¡qué bien te enseño tu abuela!
EliminarEstoy convencida de que el olfato es el sentido que más rápido y potente conecta con el pasado.
ResponderEliminarMe ha gustado acompañarte.
un beso
Y a mí me ha gustado que me acompañes.Gracias.
EliminarSí, estamos viviendo en una era que es como el agua pura, incolora, inodora e insípida. La comida no desprende aromas y no tiene sabor, excepto claro los sabores que se agregan, el ketchup, por ejemplo, que la gente agrega a todo. No se a que llamas un cocido, pero debe ser algo similar a lo que aquí llamamos una cazuela, que es una sinfonía de sabores y aromas... y que, por supuesto, a los niños no les gusta, porque prefieren un pollo desabrido acompañado de papas fritas con mayonesa y ketchup.
ResponderEliminarEl cocido muy típico en España, aunque se dice que es de Madrid, se come en todos sitios con las variantes específicas de cada lugar.
EliminarSe hace con garbanzos, verduras y carnes de pollo, ternera y jamón
Es un plato muy contundente.
Es algo distinto. La cazuela lleva: carne de vacuno (o de ave), zapallo, papas, choclo, ajo, pimentón, zanahoria, porotos verdes y arroz.
EliminarComemos plástico coloreado.
ResponderEliminarQue pena todos aquellos sabores que ya se han perdido.
Seguimos evolucionando hacia el abismo.
Besos.
Sí, vamos progresando adecuadamente.
EliminarSí, cuántos recuerdos, Tracy, asociados a la cocina.
ResponderEliminarMe has trasladado a la de mi abuela.
Un relato precioso. A fuego lento, con armónico fuego, con amor.
Mi madre sigue cocinando así todos los días ...
No podemos perderlo, procuro hacerlo.
Un beso muy fuerte.
Me ha encantado.
Mi madre también cocinaba así, yo sólo lo hago cuando vienen mis nietos.
EliminarQué delicia esos recuerdos, y qué bien narrados, Tracy! La solemnidad quizás de aquellas ceremonias culinarias son lo que más nos han quedado de esos años de infancia en los que, con poco, éramos muy felices.. o al menos, así los recordamos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Si recordamos que éramos felices, es porque realmente lo éramos, creo yo.
EliminarUn beso.
Recuerdo esos infernillos, y todos esos olores. Yo también los he conocido.
ResponderEliminarBesos.
¡Bienvenido al club!
EliminarUNo de mis platos favoritos que además alimenta el espíritu si, como en tu caso, va unido a las dulces sensaciones de la niñez.
ResponderEliminarUn beso
¡Me encanta el cocido en cualquiera de sus variantes y debe ser por esos recuerdos de mi niñez.
EliminarEn aquella sencillez residían todos los aromas...
ResponderEliminary con ellos los recuerdos siguen vivos.
Besos, preciosa.
Como decía mi madre: -Este cocido resucita a los muertos. Estoy seguro que el tuyo era igual de bueno.
ResponderEliminarUn abrazo
Que hermoso recuerdo... y es que las cocinas de las abuelas tenían eso, el perfume a "hogar"...
ResponderEliminarUn beso.
Uy, cuantos recuerdos que me has hecho vivir leyendo todo lo que cuentas... Qué tiempos! Los he vivido bastante parecidos. En la cocina, donde se hacía vida. Todo! Se cocinaba, se comentaban los hechos más notables, se comía... y en mi caso, solíamos pasar las tardes del invierno bajo una enorme chimenea. Alguna cabezadita de los los mayores, mientras los peques salíamos los a la calle a jugar si no llovía y si llovía también!
ResponderEliminarTodo eso son recuerdos que se irán con nosotros. Los peques de ahora ya no conocen ni conocerán, ni siquiera entienden. Son aromas del pasado...
Un abrazo.
Qué recuerdos, Tracy. No dejes de hacerles esos cocidos a tus nietos, lo light es una chorrada como una catedral, yo ya estoy harta de que nos digan qué comer y que en realida todo haya perdido tanta calidad.
ResponderEliminarBesos.
Que diferencia ahora que lo más pequeño de las casas suele ser la cocina....tus recuerdos me han llevado a los mios, a ese pan tostado en el fuego, a esos dias de invierno si apenas apartarse del fuego, precioso. Besos.
ResponderEliminarLa cocina y la preparación de la mesa es un ritual que esconde más que una tradición. Aquí se observa cómo cada uno ocupa su silla o taburete para comer y estrechar aún más los lazos externos, internos, todos afectivos. Un abrazo.
ResponderEliminarCreo que los olores crecen con nosotros y cuando captamos uno que nos recuerde la infancia, nos hace inmensamente felices.
ResponderEliminarSalu2 olfativos.